Sopla el viento sin cesar sobre la Tacita de Plata, arrojando sobre ella toneladas de arte, arrastrando sones flamencos sobre las costas del paraíso sureño. Empuja el viento de levante compases de Carnaval, meciéndose al son del poniente y buscando el equilibrio a costa del viento del norte y su primo, el del sur. A orillas de La Caleta, como resultado, llegó un balón. De fútbol.
Un encargo de los antiguos dioses fenicios a la Ciudad más antigua de Occidente. Su destino, encontrar a su alma gemela. Con la blanquiverde por bandera, como si de una historia de héroes griegos se tratara, un ejército se forjó en las murallas gaditanas, colocándose posteriormente en la Calle Madrid, para defender la Ciudad y lanzarse a encontrar a su alma gemela, la misión que le fue encomendada.
Mientras tanto, el corazón de la Península Ibérica llevaba latiendo años, esperando a su alma prometida. De tanto latir, desquebrajó la piel que la cubría. De tanto latir, irrumpió como un rayo en el barrio de Vallecas. Humildad, coraje y orgullo son sus armas. Un equipo que se cansó de esperar y, arriando sus velas, se lanzó a la mar para buscar a su alma hermana.
Desplegó las velas, con el cuchillo siempre entre los dientes, y surcando cada rincón de España, haciéndose un nombre y escribiendo su propia historia a base de hazañas -como los grandes piratas-, se topó frente a frente con su alma gemela. Con su hermano. Nada más mirarle a la cara, supo que era su hermano. Sus vestimentas, totalmente distintas, pero sus ojos narraban historias semejantes, representaban la misma lucha. Se encontraron.
El destino les tenía unidos desde hace milenios con cadenas de acero. La magia del balón no puede separarles jamás. Porque ambos tienen corazón de pirata. Ambos tienen sangre pirata. El tesoro, para ellos, no es el dinero. Se complementan, como almas gemelas que son. También se necesitan, y siempre harán lo posible para estar juntos. Del sur al centro, del centro al sur. De ambos estadios, al océano infinito.
Esta tarde, en el Estadio de Vallecas, se unirán los dos hermanos. Se abrazarán. En la grada, se intercambiarán cánticos, se hará más fuerte su hermandad, como si ya no lo fuera. Pasarán los años, pasarán los goles, pasarán los puntos y se quedarán Rayo Vallecano y Cádiz CF. El primero, recién descendido, recibirá el consuelo del conjunto amarillo mientras que este, que escapó del pozo de la Segunda División B recibirá las felicitaciones de su hermano. De sus hermanos.
Rayo Vallecano - Cádiz CF. Cuesta entenderlo como un enfrentamiento, mejor llamarlo encuentro de almas gemelas. Piratas del fútbol.