Carta a uno de los amores de mi vida

Como a toda persona en esta vida, le llegas cuando menos se lo espera, es cierto que a algunos antes que a otros. Hay personas que conocen esa sensación casi desde que se nace, siempre atado a una relación incluso desde antes de ser inscrito en el Registro Civil.

A la mayoría les llega en plena efervescencia hormonal, esa tan amada y a la vez odiada adolescencia, cuando mejor y peor lo pasas. Los momentos se viven más intensamente, los días buenos son inmejorables y los días malos quieres que se acabe el mundo, como si la vida no tuviese sentido alguno, tu estado de ánimo esa semana depende de cómo lo hayáis pasado al veros.

Cuando rozas la edad adulta, el veneno esta tan dentro de ti que vas en su busca cualquier día de la semana, ya no te es suficiente con los fines de semana, buscas tiempo de donde no lo tienes para veros y saciar las ganas, aunque te perjudique en otros aspectos.

Otros simplemente tontean, da igual la edad que tengan, grandes y pequeños van a verte en contadas ocasiones para saciar un poco el mono de no tener ese “algo” cada día, y ciertas personas solo te buscan en los buenos momentos, cuando más luces, cuando saben que esa noche vas a estar reluciente y el revolcón está asegurado.

Cada año sabes que es diferente, el verano llega y borra las heridas. Ya puedes haber tenido el peor año del mundo que sabes que esos tres meses son distintos, renuevas ilusión, te cargas de energía y esperas que cuando llegue Septiembre todo el año sea igual de bueno, que nada cambie, aunque luego no sea así, tienes ganas y cuando hay ganas todo se puede.

¿Lo más duro? Sin duda, la distancia. Es cuando te das cuenta de que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Antes te conformabas con acudir a las citas los fines de semana, quizás en algún bolo veraniego, siempre pensando que aún queda verano por delante, que tres meses son muy largos y ya habrá tiempo para veros. Craso error, el verano acaba y os tenéis que separar. Te das cuenta de que lo echas más de menos de lo que pensabas, no paras de buscar en el calendario fechas en las que podáis coincidir de nuevo, te consume comprobar que es misión imposible porque aunque vayáis a estar cerca, pronto volveréis a distanciaros.

El ser humano es así de incomprensible, necesita perder algo para valorar lo que ha tenido. Por eso escribo estas líneas, para expresar lo que siento cada día que no puedo verte y me encantaría escucharte cantar de nuevo, sentir tu olor a verde hierba, sentarme a verte pasando frío o calor, porque eres uno de los amores de mi vida, equiparable al amor que siente un padre por un hijo y viceversa, el que siente una pareja enamorada, o aquel que se haya topado con el desamor.

Pocas veces te lo he dicho, y menos me oirán decírtelo, pero te quiero Cádiz C.F.

 

Álvaro Martínez Pérez-Crespo



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