El grueso de cadistas se unió en la mañana del domingo a los que ya pintaban de amarillo la capital ovetense desde ayer sábado. Los alrededores de la catedral despertaban desde muy temprano con cánticos como si de un pequeño Ramón de Carranza se tratara. El cansancio por las muchas horas de viaje quedan ya atrás y las miradas al reloj se fijan en una hora: las cinco de la tarde. Hasta ese momento, disfrutar es el único objetivo.
Pancartas, cánticos, bufandas, banderas y camisetas plasman un lienzo espectacular que solo el fútbol y una afición como el Cádiz CF consiguen. El partido no depende de ellos pero sí el demostrar la fuerza que arrastra este club allá donde vaya.
A ellos se acercaban aficionados rivales mostrándoles su admiración, que es recíproca desde el instante en el que el sorteo les enfrentó en una eliminatoria entre históricos, y sabedores que dentro de siete días la imagen volverá a repetirse en la Tacita de Plata.