Se acaba una temporada catastrófica donde tan solo se salva la afición. Una vez mas los cadistas han demostrado una forma única de vivir el futbol, de animar, de ilusionarse, de luchar, y todo eso sin perder ese buen humor, idiosincrasia gaditana que jamás debe perderse. Todo un ejemplo y orgullo para el fútbol español. Pero en estos días me hago una reflexión de que quizás, como afición, también hemos fallado.
Recuerdo una lejana época, con el Cádiz hundido en la Segunda B. Entonces no éramos tantos (benditas nueva generaciones) pero bastábamos para llenar el Carranza, desplazarnos en masa y dejar boquiabiertos a media España. Esa afición que no solo se dejaba la garganta y el alma, también los ahorros cuando hubo que reunir el dinero para evitar la desaparición del club en aquellos años de pesadilla del grupo ADA. Una afición que enamoró a Michael Robinson, que se ganó la admiración de toda España y que Manolito Santander quiso homenajear con su eterno pasodoble.
Pero esa misma afición, no tenía reparos en alzar la voz si así lo creía necesario. Enormes pitadas en Carranza que, en ocasiones, terminaban en una “tercera parte” en los aledaños de la vieja tribuna. Que se lo cuenten a los Zapatera, Loreto y compañía que descubrieron formas de abandonar el estadio por la puerta de atrás, Ojo!, no quiero promover ningún tipo de violencia, esto es solo futbol. Pero aquella afición montaba plataformas contra Antonio Muñoz, peleaba contra la gestión de Rafael Mateo, y luchaba para que nadie se riera de este club.
Hubo una época donde la afición cadista solo pedía una cosa: respeto. Y donde faltaba calidad, sobraba el corazón y el orgullo, ejemplo de ello son los Raúl López, Velázquez, Bezares, Pavoni, Armando, Fleurquin y compañía. Pero hoy en día, parece ser que la única obligación de los profesionales es mostrar su amor por los colores a través de las redes sociales. La desidia y apatía son perdonadas si al final del partido se regalan un par de camisetas a la grada. No logro imaginarme que en otra época un jugador pasara un año entero de vacaciones como Machis y se fuera entre golpes en la espalda y apretones de manos. Tampoco que un presidente campe a sus anchas, sonrisa en el rostro por el palco sin recibir la mas mínima crítica cuando arruina el trabajo hecho en busca solo de dar un pelotazo urbanístico en forma de ciudad deportiva.
Desde hace mucho tiempo, quizás desde el ascenso en Las Palmas, nació una corriente de pensamiento por la cual el cadista siempre debe animar, enfundarse la camiseta numero 12 remar y darlo todo por el equipo. Una idea convenientemente reforzada por las partes interesadas hasta hacerla casi una religión. A día de hoy, realizar cualquier crítica negativa, por constructiva que sea, en cualquier ámbito, es lanzarse a ser dilapidado. No hablemos ya de ejercer cualquier protesta en la grada, en seguida te señalarán como anticadista y pedirán que se te retire el abono. Hoy en día ser jugador/técnico/directivo de este club es muy cómodo. Y por supuesto que durante los 90 minutos hay que empujar y apoyar, pero ese esfuerzo a de ser recíproco por todas las partes que conforman un equipo: jugadores y directivos.
Vivimos en un fútbol moderno, donde el romanticismo solo queda en la grada. El amor por un escudo, para los profesionales, solo depende del tamaño de su nómina, en el momento que quieren más dinero, comienza la cantinela de no sentirse querido, por mucho que sean ídolos para los aficionados. Si algo hemos aprendido en la historia de nuestro club es que los jugadores y técnicos vienen y van, y los dueños desaparecen con los bolsillos llenos cuando las aguas vienen turbias. Los únicos que siempre permanecemos somos los aficionados, obligados una y otra vez a recoger las cenizas y comenzar a construir desde cero.
No olvidemos que este club no es solo futbol. Es un símbolo de nuestra ciudad, un motor que da trabajo a muchos gaditanos y, lo mas importante, un sentimiento de padres a hijos. Quizás sea hora de que la afición sea más autocrítica. Que esta afición sea más exigente. Aprender de épocas pasadas. Quizás a llegado la hora de despertar del letargo y no ser tan condescendientes. Nunca dejaremos que el Cádiz camine solo, siempre animaremos incluso cuando no quede esperanza, pero exijamos el mismo esfuerzo y compromiso todos los estamentos que forman el club.
Manuel López de Silva, abonado y aficionado del Cádiz CF