Si no sales con la suficiente intensidad a un partido y el rival te comienza ganando de manera clara esa batalla desde que el balón comienza a rodar, solo te queda una opción: que el equipo que tienes enfrente baje su ritmo para tú poder recuperar el tuyo. Eso hoy no pasó en el Ramón de Carranza. El Real Murcia fue de principio a fin un equipo intenso, vivo, agresivo. Y ganó todas y cada una de las batallas individuales sobre el césped. El resultado no fue otro que el de un Cádiz atenazado, sin criterio ofensivo y con muchas lagunas en defensa.
Cada balón dividido tenía como dueño final a un jugador rojillo. Cada salto era ganado por un jugador murcianista, y si no lo era así, lo era en el rechace posterior.
En definitiva, hoy el Real Murcia ha llevado a la práctica lo que Claudio Barragán quiere para el Cádiz: “Para ser grandes hay que jugar como un equipo pequeño”. Y eso hicieron los de Aira, que comenzaron el partido con más hambre y el apetito no se les apagó hasta que el colegiado pitó el final del encuentro.