El partido en Anduva comenzó con un Mirandés que mandaba y jugaba en campo contrario. La posesión del esférico era de los locales, aunque sin peligro, hasta que llegó la roja directa a Álvaro Rey. A partir de entonces los burgaleses cedieron el cuero a los amarillos y esperaron atrás para evitar sobresaltos.

El Cádiz fue madurando el choque y fue de menos a más, teniendo sus mejores momentos una vez reiniciado el segundo período con la entrada al terreno de juego de Nano Mesa, sacrificando a Garrido que se quedó en el banquillo. Llegaba el gol de Perea y el Mirandés pareció quedar en shock. A pesar de estar por detrás en el marcador los de Iraola no reaccionaban y seguían esperando a los de Cervera en su propio campo.

Pero a falta de poco más de diez minutos del final del tiempo reglamentario todo cambia. Una arrancada de Ohemeng por el costado izquierdo del ataque rojillo que, aunque el ghanés finaliza con un disparo desviado, enciende a su afición para que apriete. El Cádiz, de manera incomprensible, abandona toda la tranquilidad que tenía hasta el momento y pierde los dos siguientes balones. Todo se precipita.

Con un Ohemeng se erige como abanderado de los suyos para liderar al Mirandés, Caye pide el cambio y Cervera opta por reforzar el sector zurdo dando entrada a Javi Navarro. Sin embargo, los amarillos dejan de ganar los balones divididos y en uno de ellos llega la falta del canterano (quizás también demasiado rigurosa) que da origen al gol del empate. No fueron más de siete minutos en los que todo el partido cambió y pudo además cambar el resultado, de no ser porque el equipo gaditano se repuso rápido y pudo forzar la jugada del penalti sobre Nano Mesa para que Álex pusiera el definitivo 1-2.

Tanto técnico como jugadores tras el partido fueron claros a la hora de recordar que esos errores hay que intentar no cometerlos porque el buen partido que hasta ese momento estaba realizando el Cádiz pudo verse empañado por esa desconexión en el peor momento.