Foto: Trekant Media

Todos los equipos pasan a lo largo de las temporadas por momentos dulces y otros que son amargos. Son estos últimos los que, más allá de lo deportivo, te dejan profundamente tocado en lo moral y lo emocional. Dicen los que entienden de este deporte que solo aquellos que los superan de la mejor manera y lo antes posible son luego capaces de lograr los objetivos. O al menos son los que más tienen ganado, porque el fútbol es muchas veces muy caprichoso y demasiado cruel. Pero el Cádiz es poseedor del mejor arma para combatir esos instantes de zozobra en los que a veces toca navegar a lo largo del tortuoso camino de las treinta y ocho jornadas de competición: su vestuario.

Lo hemos visto a lo largo de todo este trayecto y quedó patente una vez más ayer domingo cuando De Burgos Bengoechea pitó el final del partido. Los abrazos, las lágrimas y los besos se mezclaban entre jugadores, cuerpo técnico, preparadores físicos e incluso empleados del club. Se había superado otro momento difícil y la victoria se había logrado desde la unión de todos. Pero también desde el ánimo y el consuelo hacia el que ha fallado. Ocurrió ayer con Ledesma y hace poco con Momo. Un compromiso y un apoyo que llegan a través de los que disfrutan de minutos sobre el césped, dejándose todo en cada jugada, apartando a un lado el dolor o las molestias físicas para forzar y ayudar a tu equipo. Fíjense en la bendita locura de Alejo, que ayer era titular pero celebraba cada gol con las mismas ganas que ya lo ha hecho anteriormente desde el banquillo. Una actitud que también nos regala otra pieza importante como David Gil. O Fali, siendo capaz de reírse de todas las leyes médicas para saltar de inicio y acabar extenuado. 

Pero esas toneladas de empeño también las ofrecen los que aportan en los últimos minutos o, simplemente, no juegan. Ahí tenemos el ejemplo de Juan Cala cediendo su ficha para que sea ocupada por un fichaje en el mercado invernal, con el lebrijano siendo uno más desde la banda incluso sorteando el reglamento para entrar al terreno de juego y defender a los suyos contra todo y contra todos aquel partido ante el Getafe. Lo mismo que Jose Mari a pesar de sufrir una vez más el duro trance de lesionarse de manera importante y ver peligrar buena parte del curso. También Joseba Zaldúa, que con dos telediarios que lleva en este club se siente uno más de esta inmensa familia y ayer corrió desde la grada hacia el césped a abrazar a Conan porque sabía que entre todos era el que más lo necesitaba. De igual manera lo hicieron los lesionados Víctor Chust y Roger Martí o el propio Víctor Aznar que el día antes había defendido la portería del Mirandilla para ganar al Atco. Sanluqueño. Observar a Iza Carcelén, que por dudas burocráticas se quedaba fuera de la lista, disfrutando sobre el campo con ropa de calle mientras veíamos a Gonzalo Escalante con un bombo sintiéndose ya un cadista más junto a Brigadas Amarillas. 

Son gestos, palabras y sensaciones que se ven a lo largo de todo el año. Sabes con total seguridad que no existen en otros equipos y que son tan importantes como los goles que se consiguen en cada partido. Luego el fútbol dirá, pero que nuestros colores y nuestro escudo los defiendan esta gente… en eso ya hemos ganado.

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