Víctor Espárrago : El fútbol vivido en 32 metros
El entrenador uruguayo logró el ascenso del Cádiz después de siete años en el paro .Uno de sus sellos tácticos esN que su equipo no cambia en función del rival
ELIAS ISRAEL 11/08/2005
La hoja de ruta que había preparado junto al presidente del Cádiz, Antonio Muñoz, marcaba tres temporadas para el ascenso a Primera. Después de siete años en el paro -un monumento a la injusticia futbolística-, a Víctor Espárrago le bastó uno para devolver al Cádiz al primer plano futbolístico. El submarino amarillo, el único, el genuino, vuelve a ser de Primera. Y lo hizo con su intacta receta uruguaya, ésa que le catapultó en la década de los 80 y los 90 como uno de los técnicos más solventes del fútbol español.
Su carácter serio y austero contrasta con la alegría y el duende que contagia Cádiz. Su apellido, como bien sabe, da mucho juego y ha sido y es carne de chirigota. A Espárrago jamás le verán un alarde, ni siquiera en la celebración del ascenso que suponía el regreso por la puerta grande al fútbol español. Atrás quedaba el único hilo que algunos entrenadores aprovechan para seguir vinculados al fútbol, la colaboración con un medio de comunicación, Canal Sur, para no caer en el olvido.
Centrocampista brillante, sabe donde va porque nunca olvidó de donde viene. Uruguay, país de impresionante tradición futbolística, recuerda con orgullo sus inicios en Danubio y Cerro pero, sobre todo, su brillantísima etapa en Nacional, en la que saboreó las mieles del triunfo como campeón de América y campeón intercontinental. Manejó todos los puestos del centro del campo y participó en el magnífico cuarto puesto de su selección en el Mundial de México en 1970. Fue, seguramente, el mejor exponente del marcaje al hombre en todo el campo que caracterizó a aquel equipo y que él sigue utilizando como arma en sus equipos. De aquella etapa le viene su carácter estratega.
En sus siete años sin trabajo no ha dejado de ver fútbol. Seguramente, porque siempre ha contado con la complicidad de su mujer, René, -Espárrago no tiene hijos-. Cada vez que le apeteció subirse al coche para ir a ver un partido, siempre encontró una sonrisa a su lado. Aprovechaban esos viajes para adentrarse en los pequeños pueblos de España, ahondar en sus costumbres, en su gastronomía y en sus gentes. Claro que al técnico nunca le dio pereza subirse al coche. De hecho, cuenta la anécdota en un delicioso artículo publicado en el El País de Uruguay del veterinario de su perrita, al que conoció en su etapa en el Valencia y al que nunca ha dejado de acudir desde su casa de Sevilla. 1.200 kilómetros de coche entre pecho y espalda para la revisión canina.
Nunca exterioriza su felicidad, pero sonríe para dentro cuando piensa en todo el bien que le ha hecho una ciudad como Cádiz. Se enorgullece de que una capital de menos de 200.000 habitantes viva por y para el fútbol, de que los chavales se gasten sus ahorros en conseguir esa camiseta amarilla que convierte al club cadista en el séptimo equipo con más ingresos por venta de camisetas de la Liga de Fútbol Profesional.
Piensa en el primer partido contra el Real Madrid y las múltiples ganancias que revertirán en sus vecinos y en todos los pueblos de la zona. Su equipo, con algunas caras nuevas, jugará como siempre. Un 4-2-3-1, con alguna variante de 4-1-4-1, en 32 metros, ni más ni menos, muy arropado, con dos jugadores de banda rápidos y muy abiertos para lanzar contragolpes estudiadísimos, que duran entre 9 y 12 segundos. Espárrago no los quiere ni más largos, ni más cortos. Sabe que en Primera no va a competir en igualdad de condiciones, pero le da igual. El año pasado ocurrió lo mismo y él, con esa vieja receta que tan buenos dividendos le dio en Uruguay, consiguió codearse con los mejores con el quinto presupuesto más bajo de Segunda División.
Aunque los problemas presupuestarios le han impedido incluso acceder a los últimos avances en seguimiento de partidos -el Cádiz no podía pagar ocho cámaras para el análisis táctico de partidos-, Espárrago hace alarde de trabajar la estrategia hasta la saciedad. Le llena especialmente que el año pasado los goles de su equipo estuvieron muy repartidos y el goleador, Oli, anotó sólo un par de tantos más que sus centrales. Es la baza que utiliza para que los equipos rivales no sepan muy bien a quién tienen que defender.
Jugadas por sorpresa que convirtieron a su equipo en el máximo goleador de Segunda. Otro de sus sellos tácticos es que su equipo no cambia en función del rival. En el Carranza y fuera de él, el Cádiz siempre va a jugar de la misma manera. Solidaridad, defender hasta la extenuación y salir muy rápido. Por algo fue también el tercer equipo menos goleado.
Fútbol fácil de contar, pero difícil de poner en práctica. Su lema favorito es el de "se juega como se entrena". Deja una impronta de profesional entero y justo en todos los que han estado a sus órdenes. Hombre austero, familiar, amante del mar, vislumbra desde el océano Atlántico su Uruguay natal y sabe que el fútbol, al igual que ocurre con las olas, siempre tiene partido de vuelta.
Espárrago ya tiene preparado su contragolpe.