En agosto de 2016, verano en el que el Cádiz se preparaba para su retorno a la Segunda División, comenzaba a tomar fuerzas el proyecto en el que Quique Pina y Manuel Vizcaíno unían fuerzas para armar la plantilla con la que pelear por la salvación. Y conseguirla. El día 3 de ese mes, uno de los movimientos claves de este proyecto se produjo con la llegada de Juan Carlos Cordero como director deportivo del club.

Desde entonces han pasado 2 años y un mes. En su primera temporada, logrando la cesión de Alfredo Ortuño y manteniendo la base del equipo, el equipo amarillo consiguió de manera holgada la salvación, consiguiendo sacar en verano de 2017 la cantidad de 1.500.000€ (más 500.000€ si asciende Osasuna) por la venta de Aridane, además de renovar en septiembre a Álvaro García y Salvi.

La tensión existente entre Pina y Vizcaíno era cada vez más palpable, y de manera indirecta afectaba a las negociaciones que Cordero intentaba hacer a lo largo del mercado de fichajes. Falta de comunicación que tuvieron su mayor punto de tensión este verano con el ‘caso Alvarito’ y su posterior venta al Rayo Vallecano por cinco millones, por no hablar de la denuncia que Cordero puso al club al considerar que no se cumplía su contrato.

Hoy, 9 de septiembre, todo este cúmulo de tensión institucional se salda con la destitución de Cordero como director deportivo. Que se marcha habiendo dejado en las arcas del club 6.800.000€ en ventas (Álvaro, Lucas y Aridane) y un gasto de 850.000€ con las compras de Brian Oliván y Dani Romera. Un balance de +5.950.000€. A sus espaldas como director deportivo, más de 65 movimientos en todo este tiempo.