Un día como otro con tan solo 6 añitos agarrado de mi abuelo presencié mi primer Partido en Carranza, con mi inocencia solo sabía preguntar “¿Abuelo quién es el Cádiz?” Y si no se lo pregunté 20 veces no le pregunte ninguna... “¿Tú ves esos de amarillos y azules? Esos son”...
Miraba el estadio como cantaba las canciones y la de ‘oé oh Cádiz eh’, asustado y con la piel de gallina. Nunca había vivido algo así...
Poco a poco fui a más partidos la época de Mateo el traicionero y el Cádiz con su mala racha veía a mi abuelo salir de Carranza mosqueado con el mundo, llegaba a casa sin comer, no quería hablar con nadie y yo me quedaba pensando... “¿qué le pasara?” Cuando el Cádiz ganaba nunca se ponía así.
Poco a poco fui entendiendo como el hombre más grande de mi vida puede sentir tanto por un equipo de fútbol. Llegó el día que yo solo decía Cádiz, en el colegio cantaba siempre la canciones que escuchaba en Carranza, mi camiseta del Cádiz no faltaba unos reyes en mi infancia, empecé a ir cada domingo agarrado de su mano, el Cádiz nunca ganaba y ya salíamos de Carranza el mosqueado aguantando sus lágrimas y contemplando las mías.
Poco a poco fuimos mejorando llegó la temporada de José González y el Cádiz ya daba otra imagen, mi abuelo cayó enfermo a mitad de temporada con un tumor muy duro, y ya había partidos que se perdía por la lluvia el frio y demás.
Yo acostumbrado a ir cada domingo me escapaba de mi barrio, siendo unos niños, con todos mis amigos, y entrábamos con los equipos o a acompañado de un adulto que le decíamos si podía meternos como si fuese nuestro padre sin conocerlos, todo para ver nuestro equipo.
El Cádiz ganaba, empezó a salir la revista ‘¡Ese Cádiz oé!’ y mi abuelo cada vez se apagaba y cada domingo que él no iba me quedaba mirando su asiento de tribuna donde tantos domingos compartir sentado en sus faldas. Y deseaba verlo de nuevo en tribuna.
No había un domingo donde no le llevara la revista de su equipo la que tanto le gustaba, ya que el pobre estaba en silla de rueda y el Carranza era un estadio muy antiguo que no tenía ascensores ni rampas para la gente que lo necesitaba.
El Cádiz subió a segunda después de 11 años en el pozo, mi abuelo respiró tranquilo y el Cádiz le dio más vida. Recuerdo su cara y no había otra cara más feliz a pesar de que el cáncer se apoderaba de su vida.
Un día a solas me dijo “nunca abandoné este equipo, Madrid y Barcelona no es el equipo de tu ciudad”. Desde entonces me desviví solamente por el Cádiz y cada vez me enamoraba más mi equipo.
Llego el día en que se apagó su vida, fallecía el hombre que me enseñó todos los valores de la vida y lo que más me apasiona: el Cádiz Club de Fútbol.
El mismo año ascendió a Primera División y, casualidad de la vida, en su sitio vi al Cádiz celebrar y salir al campo el ascenso. Ese día lloraba y chillaba al cielo “aquí estoy contigo abuelo, donde tu tantos años estuvieses, esto es tuyo”. Y sentí como cuando por primera vez volví a pisar Carranza tan pequeño de su manita.
Desde entonces no he faltado nunca más a Carranza.
Gracias abuelo por enseñarme todo esto, gracias por todo.
Hará 4 años fui tío por primera vez y no dudé en tener la misma historia. Antes de nacer me imaginaba a mi sobrino vestido del Cádiz, hoy en día es más cadista que yo, con tan solo 4 añitos “esto es tuyo, nunca lo olvides. Tu nieto y tu bisnieto no dejará nunca al equipo de tu corazón solo”.
El domingo seremos de Segunda y llevaré una foto tuya al Rico Pérez, porque sé que tú estarás conmigo como siempre estuviste y estás.
Cádiz Club de Fútbol, un sentimiento difícil de explicar.
Adrián González Ramos
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