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Cincuenta y una ediciones lo contemplan. El Trofeo de los Trofeos un año más, un verano más, en boca de todos. Últimamente cada verano gaditano viene marcado por los problemas del Trofeo más que por el Trofeo en sí. Y esto es lo que tienen las tradiciones. Cuando a algo normalizado se le empieza a llamar “tradición”, empiezan los problemas. Porque sólo queda agarrarse a esa palabra para seguir defendiendo algo, que algunos empiezan a tachar de "algo no necesario". Sin duda alguna que el Trofeo Carranza no debe perderse en el olvido. Pero es hora de reflexionar un poco sobre la viabilidad de este evento en el momento actual.
Sólo habría que remontarse diez años atrás para ver lo mucho que ha cambiado este bendito deporte llamado fútbol. Aunque las reglas sigan siendo las mismas, la pasión siga desbordándose en las gradas y siga habiendo malabaristas del balón y tuercebotas, la televisión ha convertido al fútbol en algo distinto para el espectador. Esta televisión global ha convertido a los “bolos” veraniegos en algo planetario. Hace décadas el fútbol de verano existía en pocos lugares (Huelva, La Coruña, La Linea de la Concepción, Cádiz…) Ahora raro es el país que no organiza pachanguitas veraniegas para el asueto de su público y lanzar su imagen a través de los satélites que pueblan nuestros cielos. EEUU, Japón, China, Malasia, Emiratos Árabes, son países que ahora mismo tienen copado el mapa futbolero en los tres meses de playa. Y contra esos, no se puede competir porque son capaces de pagar cifras astronómicas a los mejores clubes del mundo. Y claro, el caché sube. Suben los gastos y hay que subir las ganancias. Es obvio.
A los clubes no les importa destrozar sus pretemporadas con viajes intercontinentales, con los jet-lag o con llenar sus agendas de actos protocolarios en el país de turno si con ellos llenan sus arcas en unos meses que nunca han entrado en sus presupuestos anuales. Y para ello son capaces de variar sobre la marcha su preparación de cara a la próxima temporada. Si volar cinco mil kilómetros dentro de tres días les reporta un millón de euros, se suspende todo lo que haga falta. El dinero manda.
Hace unos pocos años, era atractivo traer a tu ciudad equipos “normales”, de aquellos que nunca despuntaban en el mercado. Pero hoy la gente es exigente. Tiene todo el fútbol que quiere, y más, a solo un clic de mando a distancia y su antena parabólica le trae al salón de casa cualquier partido de cualquier liga de cualquier país del mundo. También era más fácil llegar a un acuerdo con un equipo. Una llamada en Junio al presidente de turno y con pocas palabras quedaba todo zanjado para Agosto. Hoy son empresas audiovisuales las que tienen los derechos de los equipos. Empresas que ni siquiera residen en el mismo país que se mueven como verdaderas multinacionales, en un mundo que cada día tiene más de empresarial que de deportivo.
Viendo el panorama actual, a nadie se le escapa que el Trofeo Carranza también tiene que evolucionar. En mi opinión, no es viable hacerlo con el mismo formato ni dejar su organización a personas que están a años luz de entender cómo se mueve el fútbol moderno y que, por su desconocimiento, terminan dejando todo en manos de la improvisación. Nuestro Trofeo debe ser un evento acorde con los tiempos que corren y un evento que sobrepase lo estrictamente local. En un mundo globalizado no podemos pretender hacer un Trofeo de calidad y con el tiempo suficiente, organizándolo de la misma manera que hace 20 años. En estos tiempos que corren es difícil vivir sólo de la tradición. Hay que innovar con imaginación y al Trofeo le ha llegado la hora de hacerlo. Pero el Cádiz sólo debe preocuparse de preparar la liga y el Ayuntamiento se ve sobrepasado por un fútbol ávido de dinero como el que existe.