Osasuna, gracias a la calidad técnica que poseen muchos de sus jugadores, ha sabido desmoronar esa muralla amarilla que hasta ahora parecía que era poco menos que infranqueable. El equipo de Aguirre ha tocado el balón rápido y bien. Y lo ha hecho moviendolo de banda a banda sin que la presión de los de espárrago fuera efectiva en ningún momento con el ritmo que marcaba la batuta del jovencísimo Raúl García. En esas, bandas dos hombres como  Delporte y D. López, llegaban con espacio para centrar sin sentir el agobio de los defensas cadistas en varios metros a la redonda. Un ejemplo, el primer gol. En el que era Paz el que cerraba en banda al francés, mientras que Varela era el que estaba defendiendo el centro sin marcar absolutamente a nadie. Todo ello sumado a un penalti de nuevo fallado (ahora por Fleurquin) da el resultado de una pésima imagen. Y es que el Cádiz funciona cuando el bloque defensivo también lo hace. Imprecisiones, pérdidas de balón, pérdidas de sitio de algunos jugadores, poca concentración, etc. ¿Las razones? No sé si el cansancio de jugar 3 partidos en 7 días o el buen hacer rojillo ha sido el responsable de que apareciera esta imagen inédita de nuestro equipo.
Pavoni no tiene recambio, y no se hizo nada este verano para solucionar este problema. Pero el resto de puestos pueden verse alterados para el partido contra el Celta de Vigo. El problema es que, una vez perdida esa seriedad defensiva, solo quedaría apelar a algo de lo que carecemos: destellos individuales.
Ahora el equipo tiene una semana para preparar el partido, para corregir fallos y para hacer que ese bloque aparezca el próximo domingo en Carranza ante los de Fernando Vázquez, que ya sabe lo que es perder ante el Submarino Amarillo.