“El fútbol es un estado de ánimo”. Jorge Valdano, el poeta del gol.
Sé que lo dijo Valdano porque a Sergio Ramos no se le ocurren esas cosas tan profundas. Y lleva más razón que un santo, y no me refiero a Iker Casillas, quien con sus últimas cantadinhas tendrá el ánimo por los suelos. Es lo que tiene comer con Plastín Osborne, que te aturde, te amuerma, te abotarga y llega un momento en que te comes lo que haga falta, goles incluidos.
Así estábamos los cadistas hace apenas dos semanas, cuando sumidos en el trastorno bipolar nuestro de cada temporada veíamos no ya que la señora de Aznar, o sea, la botella, estuviera medio vacía, sino que directamente se la habían pimplado.
Y cuando las cosas estaban peor la expulsión de Carlos Calvo dio un giro inesperado a la situación. El equipo se liberó de la presión asfixiante que le supone el objetivo del primer puesto y comenzó a mejorar -en lo colectivo y en sus factores primos- provocando un cambio en el ánimo de los futbolistas y, por ende, de su animosa afición, ansiosa de entregarse en cuerpo y alma como solo los cadistas saben hacer.
Ya no parecen tan chungos los planteamientos de Claudio; ya no parecen miraobras los fichajes de Enrique, veteranos expertos en todo caso; ya nos parece hasta buen dirigente Vizcaíno, aunque sus cuitas con Doyen Sopor lo tengan entre la espalda y la pared según leímos en "¡Ese pleito, oé!", la revista especializada en Tribunales que se reparte de forma gratuita en los aledaños de los Juzgados de lo Penal, de lo Social, de lo Mercantil y, muy pronto, en los de Instrucción y principales Salas de la Audiencia, en la que se anuncian a bombo y platillo de calamares “querellas por lo penal”, medidas cautelares a tutiplén, impugnaciones varias y pleitos de todas clases, y en donde se airean y difunden las mejores cláusulas de contratos privados o las claves para acogerse a la quinta enmierda. Lógico.
Qué lejos quedan los tiempos en los que Locos por el balón era una sociedad que estaba en el taco, que hasta se podía permitir el lujo de tener un apoderado para las subastas y que ahora tiene menos créditos que una película en Tele5. Antes todo eran risas y adulaciones, y ahora se acabó lo que se daba, Granada de nada, nanay (el) del peluquín, ni un pelo de crin.
Pobre Manolo, que vaga como alma en pena cual ánima del purgatorio, cadizbajo y meditabundo, soportando en soledad el peso de la púrpura, una pesada carga sobre su espalda, la espalda de Damocles. ¿O era la espada? Yo que sé. ¡Ánimo, mi ánima!
José Manuel Ramos 'Pichili'
Colaborador de Portal Cadista, 8TV y SER Deportivos Cádiz.