Desde aquí ya estamos acostumbrados a ver lo que pasa con partidos así, y le pese a quien le pese el único espectáculo real en éstos casos lo ponen los veintidós tíos que se visten de corto en el campo, los árbitros y los entrenadores de ambos equipos, como se hace en cada encuentro de fútbol. Nada más.
Ya después está la grada, donde debería de predominar el respeto mutuo antes, durante y después del partido. Pero se debe de dar, y hasta que esto no se produzca entonces el espectáculo no habrá trascendido más allá de los terrenos de juego. Mientras, sólo los únicos puntos en juego estarán en el campo, como partido a partido. Como un partido más.