«Para que triunfe el mal solo hace falta que la buena gente no reaccione». Edmund Burke
Siempre me he mostrado reluctante a los repartidores de carnés de cadismo y respeto -aunque no comparta- toda clase de opiniones, desde el halagador recalcitrante al crítico contumaz, pero confieso que siento predilección por el cadista derrotista. Sí, amigos, ese espécimen eternamente enojado que pulula por tertulias de medio pelo, redes sociales y foros de tres al cuarto. Le veo ese puntito canalla del malote que va a contracorriente haciendo el “ridi” por el puro placer de alimentar su propia frustración.
Constantemente en contra del entrenador, de los jugadores, del presidente y de la madre del cordero el juego del equipo le hace sentir vergüenza y le aburre sobremanera, ya que el cadista derrotista vive sin vivir en él anclado en un místico pasado glorioso en el que una tarde, durante un ratito, a eso de las siete, fue feliz.
Poco amigo de salir a la calle a que le dé el fresquito, el cadista derrotista disfruta en su infinita amargura perpetrando insoportables epístolas desde su cueva subterránea, donde vomita su opinión (no solicitada) pontificando a sus correligionarios en un estado de enajenación mental transitoria a perpetuidad.
Aquejado de un fuerte síndrome de Casandra, el cadista derrotista vaticina un sinfín de catástrofes e infortunios, maquina exégesis conspiranoicas y amenaza con montar una plataforma contra lo que sea en lo que tarda Romaní en hacer una tesis doctoral.
De naturaleza cutre y casposa, es capaz de sacrificarse en aras de su narcisismo y mostrarse afable en los escasos (por no decir ascazos) actos sociales a los que le invitan, donde ejecuta con maestría sin parangón el noble arte del croqueteo.
Por eso me dio mucha pena que el Cádiz empatara en el descuento en Zorrilla (con perdón), cuando ya los cadistas derrotistas asomaban de la cueva y brindaban por la derrota con un daiquiri de fresa, su bebida nacional.
Por lo menos les queda el consuelo de la bronca final, pues les hace albergar la esperanza de que el Gafa esté seis meses sin poder entrar en un recinto deportivo gracias a la denuncia de la Policía Nacional. Vamos, que ya suena David Vidal.
José Manuel Ramos 'Pichili'
Colaborador de Radio Cádiz y Portal Cadista