Por Chip_Iron/www.esecadizoe.com
Cómo decía el poeta Ralph Waldo Emerson, “La madurez es la edad en que uno no se deja engañar por sí mismo”. Y me da la impresión de que el Cádiz ha llegado ahora mismo a ese grado de madurez, futbolística se entiende. Oficio, tablas, empaque y todas esas cosas que se suelen decir ahora en los medios deportivos. Vergüenza torera que dirían algunos puristas. Da igual.
Lo cierto es que el Cádiz afronta las mismas situaciones que podían tenerse el año pasado de una manera muy distinta. Con esa seguridad que te da la experiencia de lo ya vivido. Vemos en el campo a un equipo que no se descompone, que sabe que los malos momentos en un partido es una parte más del juego y sabe reponerse a ellas con esa madurez de la que hablo. El Cádiz sale a los campos, ante todo, sabiendo lo que tiene que hacer. En esa sabiduría es parte esencial el respeto al rival. Nuestro equipo sabe de sus armas y de las que posee el contrario, sin por ello sentirse conocedor de sus propias virtudes.
Si hay que dar un “patadón” en defensa, se da. Si hay que perder tiempo, se pierde. Si hay que aguantar el vendaval del contrario con casta, presión y tesón, se pone uno el mono de trabajo y se hace. Todo ello, claro está, dentro de un concepto colectivo que ha sabido inculcar el cuerpo técnico, con Víctor Espárrago a la cabeza. Un hombre de fútbol (del de antes y del de ahora) que sabe que ningún partido es igual que otro. Que conoce las virtudes y las limitaciones de nuestra plantilla y con todo ello está ofreciendo un ejemplo de trabajo, compañerismo y humildad en todos y cada uno de los partidos de nuestro equipo. Y esto sólo lo puede dar la confianza que tienen los jugadores a lo que él, durante cada entrenamiento, es capaz de inculcarles.
A todo ello, hay que unirle un factor importantísimo: la afición. Es increíble cómo arropa a los suyos tanto en Carranza como fuera de él. Incluso un hombre tan curtido (que no caduco) como el mister uruguayo se sorprende cuando ve subir la marea (la amarilla) por las calles de la ciudad donde su equipo juega.
Está claro que ahora estamos en un momento dulce. Que debemos disfrutarlo como lo estamos haciendo. Pero hay que pensar que seguramente vendrán partidos en los que el rival será mejor que nosotros, que no estemos igual de acertados o que la suerte no nos acompañe. En ese momento, también debemos demostrar, tanto afición como equipo, que hemos conseguido esa madurez y que, entre todos, no nos vamos a dejar engañar por nosotros mismos.