Desde el miércoles 21 de mayo el colectivo CEPA junto con 8 jóvenes de Brigadas Amarillas se encuentra momentos en Alemania, en Hamburgo, mas concretamente en el distrito de Sankt Pauli, en un encuentro de grupos ultras invitados por la organización del evento.
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En este encuentro además de campeonatos de fútbol habrá charlas, conferencias, exposiciones, conciertos y visitas culturales siendo la mas significativa un campo de concentración de la época Nazi.
Este grupo se ha volcado con nuestro colectivo y con brigadas para hacer mas fácil el desplazamiento facilitando 500 euros conseguidos en un partido de su equipo por sus seguidores, dejando sus propias casa como alojamiento para nuestros jóvenes y recogiéndonos en el aeropuerto con su furgoneta.
Dice mucho de las buenas relaciones existente entre Brigadas Amarillas y Sankt Pauli.
FC St. Pauli, es un caso sin igual en toda la vieja Europa. Fundado en 1910, el St. Pauli nunca ha sido un equipo destacado en Alemania, y son contadas las ocasiones en las que ha conseguido codearse con los grandes del país.
La curiosa y original camiseta marrón de los “piratas del Elba” sólo ha sido defendida en siete ocasiones en la máxima categoría del fútbol alemán, la última en la campaña 2001/02.
Llenar tu estadio con más de 15.000 espectadores jugando en la tercera categoría del país (Regionalliga Nord) no es algo que esté al alcance de cualquier club.
El Millerntor-Stadion hace tiempo que no presenta huecos de cemento en sus gradas. En su lugar, la fiel hinchada del segundo equipo de Hamburgo abarrota un animado graderío, que engalana con banderas piratas (adoptada por el club de manera oficial) y símbolos antifascistas o de izquierdas, signos tan distintivos del club como su propio escudo.
Guarida de prostitutas, reducto de movimientos punk y okupa, hogar de los estibadores del puerto y morada de gente joven y de clase trabajadora, la singularidad del distrito de Sankt Pauli queda bien patente en su equipo de fútbol. Identificado con unos ideales más propios del amateurismo que del fútbol profesional, el FC St. Pauli se convirtió a partir de su primer y fugaz ingreso en la elite en 1977, en plena eclosión mundial del punk, en todo un símbolo cultural y social. No fue impedimento para que los problemas financieros asolaran al modesto equipo hamburgués en la década de los 80, obligándole a purgar sus carencias económicas en categorías inferiores. Viviendo al día, con lo puesto. Como un integrante más de la clase obrera a la que aglutina.
Pocos clubes en el mundo tienen la claridad de ideas suficiente como para declararse pública y abiertamente antifascistas, antiracistas, antisexistas y antihomófobos.
El FC St. Pauli y sus fans pasean sus ideales con orgullo. Pocos estadios europeos acogen a un número tan elevado de mujeres en sus gradas como el Millerntor, y juraría que ningún presidente de un club de fútbol de primer nivel ha reconocido públicamente su homosexualidad. Corny Littman, cabeza visible del FC St. Pauli, defiende sin pudor, en un ambiente tan hostil en ocasiones como el del fútbol, su condición sexual.
Con este marco tan particular, casi antisistema, no es de extrañar que el pasado año se celebrara en Sankt Pauli, con el club local como anfitrión, la conocida como FIFI Wild Cup, una suerte de campeonato del mundo alternativo disputado al margen del Mundial de la FIFA de Alemania, que enfrentó a los equipos de Groenlandia, Zanzíbar, Gibraltar, Tíbet y la República Turca del Norte de Chipre, además del organizador, “vestido” para la ocasión de República de Sankt Pauli, aunque compitiendo bajo los colores y el escudo del popular club. Una muestra más de las inquietudes socio-culturales de un club que va más allá del mero deporte.