Más de la mitad de la tabla está en tres puntos de diferencia

Tabla clasificatoria

Decía la pasada semana Anquela, entrenador de la SD Huesca, que todo aquel que no siguiera la Segunda División que lo hiciera porque se iba a divertir de lo lindo. Razón no le faltab, porque lo que se está viviendo esta temporada en la categoría de plata del fútbol español es el ejemplo de una competición cerradísima y en la que pocos resultados se pueden predecir.

La tabla clasificatoria es el fiel reflejo de ello. Exceptuando la escapada del líder Levante con respecto al segundo clasificado, el resto de equipos viven en un pañuelo de puntos y las posiciones varían de una jornada a otra como si la clasificación fuera agitada sin orden alguno. Tras trece jornadas disputadas, suficientes en otras campañas para que se fueran clarificando posiciones, nadie es capaz de aventurarse a nada. Las rachas negativas y positivas de los equipos duran poco. Jugar en casa o fuera tampoco es sinónimo de nada.

Catorce de los veintidós equipos en liza están separados por los tan solo tres puntos de diferencia que hay entre el quinto Girona y el decimoctavo Mirandés.  Igualdad máxima e incertidumbre en cada encuentro. Resultados apretados, remontadas y goles decisivos en los últimos minutos. Una liga para competir desde el primer instante hasta el pitido final porque el que no lo hace, sea el equipo que sea, lo acaba pagando.

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