Cuatro jornadas. Cuatro golpes durísimos, cuatro decepciones descomunales, cuatro losas que caen sobre la cabeza de cualquier aficionado. Y ya solo hay una posible solución a este nefasto, vergonzoso y bochornoso inicio de temporada: esperar.
Una alternativa tan triste como sencilla, porque poco más parece que le queda por hacer al cadista, además de animar a los suyos en el césped como viene haciendo y a buen seguro hará, ante esta debacle de arranque de competición.
Ya no hay mercado de fichajes al que te puedas aferrar porque éste ha dado carpetazo horas atrás, y lo ha hecho también de una triste manera. Se ha confeccionado una plantilla insuficiente para luchar por la permanencia. Lo dicen pesos pesados del vestuario y muchísima gente alejada del entorno cadista y que se dedica a analizar los entresijos del fútbol español.
La mejora y los resultados llegarán, porque en el fútbol todo llega. Ya sea porque poco a poco los jugadores, los que estaban y los que llegaron, recuperen físico y fútbol. Porque el entrenador, este u otro, dé con las teclas necesarias. Pero ¿cuándo ocurrirá? ¿Cómo estaremos entonces? ¿A qué distancia de nuestros rivales en la lucha por la salvación? Esas son las grandes dudas y, sobre todo, los grandes miedos. A cada partido las posibilidades de permanencia se van yendo por el desagüe de un club que es, en todo su conjunto, totalmente irreconocible con respecto a lo que se veía hasta el final de la pasada campaña.
Solo queda esperar a que todo cambie. O, mejor dicho, lo cambien los que lo tienen que cambiar. Y en esa ecuación, por favor, no metan al aficionado, que ese bastante tiene con que el cabreo no afecte a su vida diaria.