Nada menos que 150 partidos con la elástica amarilla y en cada uno de ellos dejándoselo todo en el campo, más allá de lo acertado o no que estuviera en cada uno de esos encuentros. Esa es sin duda la impronta que ha dejado Luis Alfonso Espino desde su llegada al Cádiz, en las que además ha sido el dueño del costado zurdo de la defensa en las cuatro últimas temporadas.

Pero su marcha al Rayo Vallecano obviamente ha causado diferentes reacciones entre la afición cadista. Buena parte de ella cree que es una pérdida importante, pero también existe un lógico sentimiento de decepción debido a las no pocas declaraciones del uruguayo en los últimos meses, en las que destacaba su deseo de jugar en el Cádiz siempre y cuando no le llegara una oferta de un club de competición europea. Siempre se alabó su sinceridad en ese aspecto y se entendía su sueño de lograr cotas mayores en lo deportivo. Un deseo que se esperaba que quedara plasmado en una de esas dos opciones una vez que finalizado su contrato, con la posibilidad siempre de que llegara la renovación. Para ello el club mantuvo su oferta hasta el último momento. Quizás hasta un tiempo demasiado largo.