Hablar de Pablo Molina es hacerlo, por una parte del lateral zurdo titular del Cádiz CF B y por la otra de un cadista que lo siente y lo vive, que lo llora y se apasiona... y buena parte de culpa de esa pasión la tiene su padre, Daniel Molina, un histórico de Brigadas Amarillas que le inculcó a su pequeño, más allá de los valores del deporte, el ser cadista, y el teñir su sangre de amarillo y azul.

Molina se ganó el cariño de la afición al rechazar una suculenta oferta para jugar en el filial de la Real Sociedad "mi objetivo es llegar al primer equipo, no de utilizar el escudo para irme a las primeras de cambios. Y el Cádiz CF es mi vida y será siempre", publicaba hace dos años para ayer volver a recordar por Twitter que "dije lo que sentía y lo sigo diciendo: Con estos colores no se juega".

El año pasado se ganó por méritos propios participar de la pretemporada y de múltiples entrenamientos con el primer equipo, con el que debutó en un amistoso en Marbella frente al Córdoba CF para calificar que era "el día más feliz de mi vida. He debutado con el equipo al que he pertenecido desde pequeño y el premio es estar aquí en Marbella hoy. Me daba igual jugar tres minutos que hacerlo treinta. He jugado y estoy muy muy feliz".

Esta temporada, con 20 años de edad, podría ser de la partida inicial de jugadores canteranos citados para comenzar la pretemporada con el Cádiz CF a las órdenes de Claudio Barragán y ¿quién sabe? quizá pudiera ganarse la confianza del técnico valenciano para complementar la posición del lateral zurdo que contará de inicio presumiblemente con Tomás y con un Andrés Sánchez, aún lesionado.

Ganas no le faltarán y cadismo, menos.