El Cádiz salió derrotado de Bilbao. La afición estalló, no pudo más, increpó a los jugadores a su salida del estadio y el malestar era más que evidente contra los futbolistas de Claudio Barragán.
Y es que, poco a poco, la apatía, la desgana, la falta de corazón y alma, la ausencia de sacrificio por un escudo, han acabado por hartar al abonado, al socio, al simpatizante e incluso al que pasaba por allí, haciendo que se acabe el cadismo a cualquier precio.
Porque la derrota de hace unos años contra el Lugo, dolorosa y fuerte donde se recuerden, simboliza una honrosa y digna eliminación, con jugadores extenuados y al borde del desmayo, e incluso lesionados. Porque este escudo, peleado y defendido por grandísimos futbolistas, ha estado a punto (literalmente), en varias ocasiones, de ser solo un pasado recuerdo…
Pero así no. La actitud que muestra el equipo en general (aquí no se salva prácticamente nadie), nada más y nada menos que en unos “Play-Offs” de ascenso, no tiene justificación alguna. El cadismo es un movimiento, es un sentimiento, que traspasa las fronteras, no solo sociales, sino racionales. Este amor incondicional llega para recorrer 1000 km. Hasta en DOS ocasiones en menos de un mes, buscando un sueño que a la plantilla parece importarles un pimiento.
Este apoyo se destapa como malentendido por los futbolistas, interpretado como una especie de “cheque en blanco” con fondos ilimitados para jugar con la ilusión y la esperanza de toda una avenida cortada al tráfico sólo para verles llegar en autobús. Porque estos jugadores tienen, creen tener, derecho de pernada futbolística y una línea de crédito inagotable de perdón y apoyo de un cadismo a cualquier precio, como decía antes.
Pero hasta eso se está agotando. No he repetido, en este artículo, la palabra “cadismo” tantas veces por casualidad. Esa palabra resume todo el sentir de la afición durante los más de 100 años de historia de este club. Y HASTÍO es la palabra que lo define ahora. Se han cansado. Y esa obligación de aplaudir y animar a toda costa, pase lo que pase, ha dejado de ser válido.
Los gritos en San Mamés solo dejan patente que, en caso de eliminación y no ascenso en Carranza la semana que viene, ésta solo será aceptada con un sacrificio hercúleo (nótese la ironía), o de la contrario, la plantilla descubrirá que esa fuente inagotable de aplausos y vítores, tiene fecha de caducidad.
Y como diría el ínclito y polémico Josep Pedrerol, “pese a quien le pese”…
Miguel Daniel Vila
Aficionado al Cádiz CF