“Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir”. Roy Baty. Blade Runner.

Tardaré tiempo en olvidar la vergüenza ajena que sentí pasadas las doce de la noche cuando la ebúrnea cabellera de nuestra querida alcaldesa entregaba la copa de campeón del otrora “Trofeo de los trofeos” al Nacional de Madeira, ante un estadio con más colados en el palco de autoridades (vips de pacotilla, aduladores de tres al cuarto, genocidas de la croqueta, exterminadores del adobo y asaltadores de bandejas al rempujón) que público asistente en la grada general.

Imagino que a estas horas el organizador del engaño habrá presentado su irrevocable dimisión o habrá sido fulminantemente cesado ante tal muestra de incompetencia.
No sé si fue al amigo PPBlá o al entonces concejal de deportes Bicente-ná de ná, al que se le calentó la boca –sin duda embriagado por los aires de grandeza y la megalomanía que sufre la “regidora perpetua” de la ciudad- anunciando a bombo y platillo el Macro-Trofeo del Bicentenario, que se jugaría con ocho equipos, lo más granado del balompié iberoamericano como homenaje a la cacareada y políticamente utilizada constitución de la Pepa. Ridículo espantoso. Tierra trágame. Donde dije digo.

Por lo visto lo más granado ha resultado ser el Nacional de Madeira (merecidísimo ganador de este cutre-evento), que vino porque uno de los presuntos “inversores” del Cádiz tiene un conocimiento de uno que un día veraneó en la isla portuguesa-; el Rayo Vallecano, que vino porque los brigadas amarillas están hermanados con el frente bukanero; el Osasuna de Pamplona, que vino porque lleva haciendo la pretemporada en la provincia unos cuantos años, le pidió partido de entrenamiento al Cádiz y le ofrecieron jugar el trofeo (verídico); y nuestro Cádiz C.F. SAD, un equipo que una temporada más paseará sus miserias por el grupo IV de la segunda be, con una semana y pico de entrenamientos, con piezas sin encajar, pendiente de fichajes y más tiesos de forma que de dinero los “inversores”. En resumen, un cartel menos atractivo que Rossy de Palma bajando la basura. El resultado lógico de tal desatino es el que hasta los más acérrimos trofeístas preveíamos: un fracaso absoluto.

El problema está en la improvisación con la que se organiza un trofeo que -no olvidemos-, es la imagen del verano de la ciudad. Pues vaya imagen que damos al exterior. La dejadez del ayuntamiento, que cede la patata caliente al Cádiz a cambio de una “subvención” (“subvención” que, por cierto, luego se amplía ofreciendo los partidos por la cadena local, la que todos pagamos con nuestros impuestos), se encuentra con la inutilidad de unos consejeros expertos en fracasos, que tienen nada menos que un año desde que se cierra una edición para organizar la siguiente. ¡Un año para poner de acuerdo a cuatro equipos! Ya podían haber hablado con Iberdrola que, al parecer, están muy interesados en sufragar partidos de fútbol por 400.000 euritos de vellón.

Desgraciadamente, lejos quedan los tiempos en los que Cádiz vivía la fiesta del Trofeo y el Carranza era sinónimo de prestigio, de clubs de solera, de jugadores geniales que pisaron el pasto del vetusto estadio, de los equipos brasileiros, de Zico, de Luiz Pereira y Leivinha, del Benfica de Eusebio, del Madrid de Gento, de Di Stefano, de Johan Cruyff jugando en el Barça contra Pelé en el Santos por la consolación, del Kaiser Bekenbahuer, de Messi quédate, del mejor Rondaldinho, de nuestro Mágico González…
En el aire queda cierto tufillo a las ganas que tienen de cargarse el Trofeo, como siguen intentando con el monstruo que ellos mismos engendraron de las “barbacoas del Carranza”, una tradición que jamás existió (contadas eran las que de toda la vida se hacían esas noches de trofeo) y que alimentaron hasta la saciedad desde San Juan De Dios para lograr que Cádiz entrara en el libro Guinness de los records a la ciudad con más carajotes por metro cuadrado en torno a un fuego.

Será que el aroma y la pasión del fútbol ya han quedado obsoletos y con lo que de verdad se disfruta en el verano es con el pestazo a queroseno que deja la patrulla del águila. O témporas, o mores, que decía Cicerón.

Anoche las perseidas lloraron por el Carranza. Qué penita del Trofeo, que entre todos lo mataron y él solito se murió.


José Manuel Ramos «Pichili»
Colaborador de Portal Cadista
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