No sé ni como empezar esta columna que llevo días deseando no tener que escribirla, Ramón. Pero a pesar de que han sido pocas las horas que han transcurrido desde que te marchaste y de que la pena sigue aún en mi garganta, recuerdo tu sempiterna sonrisa y no puedo hacer otra cosa que sonreír también mientras recuerdo esos buenos momentos que yo y muchos hemos pasado a tu lado. Esas largas mañana de entrenamiento en El Rosal, en las que maldecíamos los días de lluvia y viento de la misma manera que los de calor, esos desplazamientos en los que por muy temprano que me levantara en el hotel siempre llegabas tú de haber desayunado y comprado la prensa. De esas interminables charlas de fútbol con miles de anécdotas y de las cuales terminaba pensando qué poco sabía de este deporte y lo que me quedaba por saber. Ahora, sin ti, será más complicado.
Y, como no, de las bromas. Casi institucionalizamos el “dale Ramón” para que hicieras la primera pregunta de la rueda de prensa o el “¿verdad, Ramón?” que tu gran amigo Antonio Díaz hizo famoso en la pequeña pantalla. Tú nunca perdías la sonrisa, siempre tenías algo con qué contrarrestar esas cargas que te dábamos con motivo de tu edad y acababas demostrándonos que tenías más vitalidad y juventud que todos nosotros juntos. Y, si no, echabas mano de tu acento bonaerense para soltarme un “Miguelito, no me toques las pelotas”.
Hoy solo puedo contarte que mi móvil se ha quedado frito de batería de tantos y tantos mensajes que me han llegado y he leído a través de las diferentes redes sociales de toda la España futbolera o que eres uno de los Trend Topics del día en Twitter, eso que jamás llegaste a comprender y que yo te habría traducido con un simple “Ramón, que son muchas las personas que te quieren y aprecian”.
Muchos podrán pensar que el Cádiz CF es menos sin Ramón Blanco, pero creo que es al contrario: Ramón Blanco siempre hizo que el Cádiz fuera más grande y lo seguirá haciendo.