Además de todo lo que se va a cocer en Alemania, sufriremos un verano como el que hace tiempo que no recuerdan los cadistas. Liguillas de ascenso y campeonatos de 22 equipos nos habían acostumbrado a estar en estas fechas con el corazón en la boca, sufriendo y disfrutando aún con nuestro equipo, preparando desplazamientos y gastando las últimas pilas de la última calculadora de la casa. Yo, qué quieren que les diga, me encuentro vacío. Aún no hemos terminado Mayo y ya hemos despedido a seis jugadores y a un cuerpo técnico. La elección del entrenador entrante parece que no va a ser rápida y el maldito mundial hará que el mercado de fichajes despliegue sus pétalos bien entrado el mes de agosto. Demasiado tiempo para todo. Demasiados días de aburrimiento.

Quienes sí van a agradecer todos estos días en blanco de nuestro calendario futbolero, van a ser nuestros jugadores. Van a disfrutar de unas vacaciones merecidísimas en compañía de los suyos y en lugares más sencillos que los de los galácticos a los que nos hemos enfrentado este año. Y también habrá romanticismo, como no. Acuña cumplirá sus tan ansiados 18 veranos y los celebraremos todos como si fuéramos nosotros los afortunados. Quien los pillara.

Al final, pasará lo de siempre. Me volveré a ilusionar con el Mundial y me entristeceré cuando acabe, criticaré los rumores de fichajes bajo el sol de la playa y seguiré soñando con que un equipo amarillo me haga de nuevo disfrutar (y no hablo precisamente de Brasil).