Un amigo, otro Dani por cierto, me decía hace algo más de un mes atrás que le preocupaba que el trianero no viera puerta, pues era de esos futbolistas que se “calientan la cabeza” cuando las cosas no le salen como desean. Vive por y para el gol y ese es su único bálsamo.

El cerebro del otro nueve amarillo (lleva la suma en su espalda 1+8) goza ahora de esa tranquilidad que sólo te puede dar cuando ve el balón entrando en la red de la portería tras una acción suya. Se le ha notado esta pasada noche en los micrófonos de El Pelotazo de Canal Sur. Tranquilo y contento a partes iguales. Feliz y sosegado.

Los de hoy fueron dos goles de esos que se marcan en el barrio con dos camisetas como postes o ante un guardameta que defiende una casapuerta. Acciones de niño listo y travieso con hambre de gol y éxito. Goles de ratonero.

En los dos tantos no dejó de pensar en el gol aunque en ambas jugadas no se dieran las circunstancias para que así fuera. Su fe, sus ganas y esa bendita manía que tienen algunos de no rendirse jamás, dieron su fruto.

Es pichichi del equipo en goles y en confianza. Goles de Dani, goles de la calle.