Corría el 21 de junio de 2015 en la Catedral del fútbol español, cuando el Cádiz CF se plantaba sobre el césped del Nuevo San Mamés para buscar el ansiado ascenso a la división de plata que tanto sudor le costaba obtener. Tras ser eliminado por el Real Oviedo en la eliminatoria de campeones y derrotar al Hércules en la segunda ronda, el Bilbao Athletic era la última piedra en el camino.
A los diecinueve minutos de partido, un joven delantero llamado Gorka Santamaría cazaba un balón perdido en el área tras un rechace para batir a Aulestia y volcar un jarro de agua fría sobre los corazones cadistas. El más listo de la clase, con el nueve a la espalda, hacía honor a la etiqueta de “delantero peligroso” que le colgaba de las botas.
Solo cinco minutos después, la perla de Lezama volvía a aparecer en el interior del área para perforar la portería cadista aprovechando un error defensivo de los muchos que cometió la escuadra gaditana en aquella tragédica tarde. Un chaval de 20 años eliminó las opciones de ascender de todo un Cádiz Club de Fútbol, provocando que el partido del Ramón de Carranza fuera tan solo un mero trámite. Una mañana para el olvido.
Y así lo diseñó el siempre ingenioso destino. Después de sufrir el descenso a la división de bronce y realizar una notable actuación en LaLiga2, el Athletic Club ha optado por ceder a Gorka Santamaría al Cádiz CF para reforzar la delantera del equipo de Álvaro Cervera en su retorno al fútbol profesional, y así seguir perfeccionando a un cachorro cuya rugido ya comienza a dar miedo.
El verdugo se reencontrará con su víctima, que vuelve a la vida para incorporar al delantero vasco a su ejército. La guadaña, esta vez, estará del lado amarillo para convertir las lágrimas de tristeza en alegría. Para ver el Ramón de Carranza celebrar sus éxitos.