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Sin profundidad, sin ritmo, sin concentración, sin jugadas a balón parado, sin ideas, sin rigor defensivo, sin desmarques, sin criterio en los pases, sin presión al contrario, sin solidaridad.

Así está el Cádiz en estos momentos. Un equipo sin cabeza (ni en el campo, ni en el banquillo), desarmado, desalmado y que no es capaz de tirar entre los tres palos en toda la primera mitad. No hay sistema y, lo que es peor, no hay alternativas. Lo que hace dos semanas era una mini-crisis creo que ya va siendo hora de que se catalogue como una crisis con todas las letras.

El desbarajuste es total en un equipo que en los últimos años ha brillado por su orden en el terreno de juego y por su capacidad de sacrificio colectivo. Ahora es difícil ver a un jugador cuatro minutos seguidos en el mismo puesto y contemplar cosas tan absurdas como ver a Bezares intentando mandar balones a los delanteros o ver Pavoni y Paz sacando golpes francos en vez de ir a rematarlos. Estos son síntomas de desquiciamiento colectivo y de una falta de preparación, planificación y trabajo espeluznante. Esta es la tercera derrota consecutiva (las dos últimas ante dos recién ascendidos) y el cuarto partido sin conseguir la victoria . Un muy triste bagaje para un equipo cuyo objetivo es el ascenso a Primera División.

El equipo recibió hoy un justo castigo tanto en el marcador como en la grada. Los pitos de protesta hicieron presencia de manera abrumadora en los graderíos de Carranza en el descanso y al final del partido. Los responsables (jugadores, técnicos, secretario técnico, consejeros y presidente) no deben ni pueden mirar hacia otro lado. Hay que buscar soluciones a esta crisis y hay que hacerlo antes de que sea demasiado tarde.

 

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