Sangre caliente

Cuando Javi Gracia decidió dar entrada a Fleurquin con tantos minutos por delante pensé que al uruguayo sí le daría tiempo esta vez a ver una tarjeta amarilla. Me equivoqué, fallé el color. Ante la ausencia por lesión del 16 cadista hace unas jornadas, compañeros de otros medios me preguntaron si lo echaba de menos. Dije que no y que creía que el entrenador tampoco, puesto que ni lo había convocado en las dos primeras jornadas de liga. Manifesté que en partidos en los que el Cádiz fuera ganando por la mínima y hubiera que defender durante diez o quince minutos, la experiencia del uruguayo podría resultar importante, pero que en el estilo de juego al toque que propone el equipo, este futbolista no encaja en el once titular. Si el Cádiz quiere jugar al fútbol, Fleurquin no puede pisar el campo. Por contra, si lo que se pretende es parar el partido, el uruguayo es el hombre ideal gracias a su amplia experiencia. Pero también me equivoqué.
 
Ante el Castellón, Fleurquin sacó sus brazos a pasear, como de costumbre, solo que esta vez fue expulsado y ello desencadenó el desastre del equipo. Se excusaba el jugador tras el partido que “hay un rival que viene por detrás y yo no lo veo cuando salto”, toma ya, como si algún salto en un balón dividido se hiciera en solitario. “Yo sólo cabeceé el balón con los brazos abiertos”, como lo ha hecho siempre, vale, pero hacerlo como siempre no quiere decir que sea correcto. De hecho, siempre ha sido incorrecto, pero no siempre se sancionan esas jugadas. “Señor juez, yo sólo iba por la Avenida a doscientos por hora, pero no tenía intención de atropellar a aquella pobre señora, fue sin querer”, ¿le libramos del castigo entonces? Evidentemente, no.
 
Resulta una temeridad jugar siempre al borde de la infracción y saltar con los brazos abiertos buscando al rival porque si se le toca es posible que el árbitro lo considere una agresión. Eso es algo que ya debería saber un futbolista que ha visto demasiadas tarjetas durante una vida deportiva con más entradas que las taquillas del Falla. Y ahora saldrán los defensores del futbolista con la manida historia de la sangre caliente uruguaya y de que el equipo necesita agresividad en el centro del campo... Y tienen razón, hace falta garra, pero con limpieza y sin caer en errores infantiles como lo hicieron López Silva ante el Real Unión y Ogbeche también en Castalia. Errores imperdonables que deberían conllevar un castigo interno además del impuesto por el Comité de Competición. Por cierto, un consejo al club: no recurran las expulsiones, por favor, que viendo los antecedentes  seguro que o se dobla el castigo o nos quedamos sin estos jugadores para lo que falta de temporada.

Álvaro Geneiro
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