En la tarde del pasado domingo 9 de abril, durante el derbi andaluz entre el Real Betis y el Cádiz CF en el estadio Benito Villamarín, un hecho inusual y decepcionante tuvo lugar en las gradas. Tras encajar el 0-2 en el marcador, una parte significativa de la afición bética comenzó a abandonar el estadio, dejándolo medio vacío y ofreciendo una imagen poco característica y desoladora en un encuentro de tal magnitud.

El resultado final del partido fue 0-2 a favor del Cádiz CF, que se impuso al Real Betis en un encuentro marcado por la superioridad numérica del equipo visitante, tras dos expulsiones en las filas verdiblancas. Sin embargo, el abandono prematuro de parte de la afición local dejó una impresión amarga y poco deportiva, en contraste con el apoyo incondicional de la afición cadista durante todo el encuentro.

La actitud de estos aficionados del Real Betis no es representativa del espíritu y la pasión que históricamente han caracterizado a la hinchada verdiblanca, conocida por su fidelidad y apoyo a su equipo en todo momento. Esta situación sirve de recordatorio de la importancia de mantener el aliento y la confianza en los jugadores hasta el último minuto, incluso en situaciones adversas.