El juego ofrecido por los dos equipos durante la primera parte no evidenció la diferencia de categoría de ambos conjuntos. No parecía ayer que en el José del Cuvillo se enfrentara un equipo de Primera contra otro de Tercera. Pero esto es lo que tiene la pretemporada, que iguala a los equipos por la cantidad de pruebas y ensayos que realizan los entrenadores. El césped artificial y el fuerte viento de levante perjudicó notablemente las aspiraciones cadistas, sobre todo en el primer tramo de encuentro. Muy poco fútbol se vio en la primera parte por parte del equipo amarillo (que ayer vistió de verde), con pocos tiros a puerta entre los tres palos. Solamente y a modo de ejemplo, se pudo destacar un tiro de falta de Manolo Pérez que acabó mansamente en las manos de Dani, sin encontrar rematador.
En la primera parte, los nuevos fichajes cadistas pasaron desapercibidos. Marc Bertrán, que ya luce el dorsal número dos dejado por Velázquez, y Berizzo, contundente en los balones divididos, tendrán que recurrir a partidos de más enjundia e importancia para calibrar sus posibilidades en el club amarillo.
En el segundo tiempo, el Cádiz hizo diez cambios, solamente quedó Enrique de los jugadores que iniciaron el encuentro. Con el conjunto de la segunda mitad, se vio un Cádiz más rápido y más asentado en el terreno de juego, con algo más de profundidad, aunque todavía con algunas carencias en la construcción del juego. Los artífices del cambio cadista tras el descanso tienen nombre propio: gustó Mario Silva, que dotó de gran mordiente a la banda izquierda cadista, menos ofensiva con Raúl López en la primera mitad. Precisamente, gracias a una magnífica llegada del nuevo fichaje zurdo vino el único gol del encuentro, obra de Enrique. El extremeño marcó un gol típico de delantero centro, marcando los tiempos como si de Iván Zamorano se tratase y poniendo el balón fuera del alcance de la meta defendida por Vega, que nada pudo hacer.
El gol y los numerosos cambios afectaron la moral del equipo entrenado por Burgueña. El Cádiz aprovechó para tirar de oficio y jugar un fútbol control, más pendiente de amarrar, que de buscar la portería contraria. No obstante, se pueden sacar alguna que otra lectura positiva de los visto ayer en el Puerto de Santa María. Con De Quintana y De la Cuesta el equipo tuvo mucho más empaque que con el reciente fichaje, Berizzo, que aún no se siente cómodo y que tiene que pasar el lógico proceso de adaptación. Será cuestión de tiempo que el argentino se convierta en uno de los jefes de la zaga cadista. Por lo que se vió ayer, la contundencia que tenía en su anterior club, el Celta de Vigo, no la ha perdido. Otro apunte que invita al optimismo es el paraguayo Acuña, un jugador que sorprende a propios y extraños por su velocidad y su innata capacidad de salto. Mide apenas 1,67 y cabecea con precisión casi todos los balones aéreos que mete el Cádiz en el área. Paradójicamente, el cabezazo del partido fue de Enrique, interior derecha, que a la postre sirvió para ganar el encuentro y conseguir el Trofeo.
Poco más se puede decir de esta edición del Trofeo Ciudad del Puerto. El Cádiz ganó el partido pero sin excesos, sin la grandeza de un equipo de Primera División que rinde visita a un conjunto que es de Tercera. El equipo de Víctor Espárrago está todavía en obras, sembrando en pretemporada para poder recoger los frutos a partir del primer partido de Liga, frente al Real Madrid. El próximo rival amarillo será de más entidad, el Algeciras, el miércoles a las 21.00 de la noche. Poco a poco se irá viendo y perfilando, en estos bolos veraniegos, el equipo que quiere el técnico uruguayo. Con respecto al Portuense, el equipo que entrena Burgueña se configura como uno de los máximos aspirantes para conseguir el ascenso en Tercera División. El equipo del Puerto de Santa María aúna a la perfección juventud y veteranía a partes iguales. Tras el encuentro de ayer ante el Cádiz, los aficionados del Portuense tienen motivos para el optimismo.
Fuente: www.lavozdecadiz.com.