Recuerdo de pequeño ver un programa de lucha libre americano llamado WWF. Lo veía cada vez que lo echaban por la tele y quedaba embelesado frente a la caja tonta la hora u hora y media que duraba el espacio. Aunque años más tarde me enteré de que la lucha no era real, en mi mente siempre perdurará el recuerdo de esos carismáticos personajes que se subían al ring y realizaban cada uno movimientos propios que los caracterizaban. Así teníamos al Enterrador, el Hombre del Millón de Dólares, los hermanos Sacamantecas o El Último Guerrero… Pero quizá el que más me motivaba era el famoso Hulk Hogan y su particular ‘baile San Vito’. El mostachudo rubio entraba en una especie de estado catatónico y se movía temblando y con los ojos en blanco hacia su oponente, soportando cualquier tipo de dolor y propinando a su contrincante una serie de golpes que acababa, por lo general, en paliza.
Años más tarde aprendí que la verdadera naturaleza del nombre ‘baile San Vito’ venía dada por una extraña enfermedad neurológica que producía movimientos convulsos y bruscos. Los que la padecían eran sacrificados en la Edad Media, acusados de posesión demoníaca, encomendando su alma a San Vito para salvar el pellejo, aunque el Santo en cuestión pocas veces ayudaba. Resulta gracioso que, hasta el día de hoy, no haya pensado nunca en utilizar esta expresión para designar algo con esa intención. Cada vez que escuchaba el término mi mente simplemente se trasladaba al pasado para recordar esos deliciosos momentos de juventud. Pero para todo hay un día. Y ese día para mí parece ser hoy.
El desembarco de Gaucci y Manzano en el Cádiz CF trajo consigo la confección de una plantilla poco atractiva y que daba lugar a muchas dudas con respecto a su rendimiento. También nos trajo a un técnico que, si bien parecía tener bastante idea de fútbol, dio muestras de no ser un buen entrenador en el plano de lo psicológico o el disciplinario. Tras ganar en la jornada nueve al Cartagena en casa, una racha de 3 derrotas y un empate, unidos al pobre juego del equipo daban como resultado la cabeza de San Monteagudo ‘El Agradable’ rodando por las obras anexas a nuestro bello, pero mal manufacturado, coliseo futbolístico.
Llegaba San Ramón Blanco ‘El Inesperado’ para intentar paliar la falta de carácter de su antecesor, pero con la duda de si once años alejado de los banquillos le pasarían factura en un mundo en el que las cosas evolucionan casi tan rápido como la tecnología. Llegó defendiendo su modelo de juego de toda la vida, ‘el rombo’ pero ya desde su primer encuentro en Écija, hace tres jornadas, se traicionaba a si mismo, usando partido tras partido el doble pivote que también usara el técnico anterior. Lo peor es que tampoco ha logrado motivar a la plantilla que sigue en caída libre de juego y resultados. Ningún punto de nueve posibles y la mala imagen han dado con su persona en el ‘limbo’ de los defenestrados cadistas, donde ya estuvieron otros como Quique González.
Sonaban nombres desde ayer para un banquillo que parece maldito esta temporada. San Carlos Orúe ‘El Resultadista’ parece el mejor situado. Otros nombran a San Jose González ‘El Indeseado’ e incluso a San Raúl Procopio ‘El Inexperto’. Al final, el elegido fue San Raúl Agné ‘El Desconocido’ y continuamos este particular ‘baile San Vito’ de entrenadores donde todos parecen condenados al cadalso por un mal del que poca culpa puedan tener y del que se les responsabilizará por simplemente cuestión de ignorancia, al igual que todas esas personas aquejadas por la antigua enfermedad y quemadas por la Inquisición. Habría que preguntarse entonces si quizá el problema no iba más allá y afectaba sólo a aquellos que, sin tener ni idea de fútbol, ni dinero para cromos, han ido cambiando estampitas en la página más vergonzosa de los 102 años de nuestro Cádiz CF. Amén.
Enrique Lafuente Almagro
Corresponsal de Área 11 y colaborador de Portal Cadista
@LafuenteJR