La Crónica Daltónica: Xerez C.D. 2 - Cádiz C.F. 1


José Manuel Ramos «Pichili» / PortalCadista.com


Soy un gran viajero. Tengo alma aventurera. Me encanta viajar. Un día llegué hasta Bahía Sur, allende San Fernando. Otra vez estuve en la sierra cerca de dos días y me perdí, pero me encontré a mi mismo y desde entonces no me quito la vista de encima para que no vuelva a sucederme. Encontré el camino porque iba echando miguitas grandes de pan de pueblo de antesdeayer –prácticamente incomestible para los pájaros-. Astuto que es uno. Sí, estudié enfrente de un colegio de pago. Como decía Holmes señalando al queso: el emmental, querido Juancho.

[Sigue...]



Quizás guiado por esa alma indómita y por mi carácter aventurero me lié la manta a la cabeza y decidí subirme al Transgaditano, el legendario cercanías que, tras un viaje interminable por la estepa rusa, te deja en Jerez. Nada más subir, me preguntó el revisor que si había comprado la entrada a 30 euros. ¿30 euros? ¿No valía 18? Si, pero esas son las inmoralidades de Morales y sus monterrubios de sierra morena.

Me encanta Jerez, la tierra del vino de Chiclana, el tercer pueblo más importante de la campiña gaditana -justo por detrás de Guadalcacín, que tiene aeropuerto internacional y todo y La Barca de la Florida, que tiene una tienda de muebles de cocinas baratitos y es cuna de Alfonso Cortijo-.

Una vez situados en la Zona Visitante del famoso estadio de Chaplín –así conocido por lo feliz que hace a los aficionados visitantes por ser uno de los estadios con más ascensos contrarios por kilómetro cuadrado y por algún que otro payaso que por allí campea a sus anchas- ya nos pudimos poner las camisetas amarillas. Como no sabía cómo iba a jugar (¡qué iluso!), digo a vestir el Cádiz no me traje unos pantalones amarillos pollo para acompañar. A ver cuando juega fuera con su indumentaria completa habitual. La zona visitante está demasiado alta y alejada y yo siempre he preferido ver los toros desde la barrera, pero bueno, si no se puede no se puede.

El partido comenzó como siempre, cuando lo dice el árbitro y el Cádiz jugó los cinco mejores minutos iniciales que se le recuerdan en toda la temporada, no encajando ningún gol ni nada por el estilo. En esos momentos Parri decidió llevar la manija del partido y ya no volvió a tocar la pelota.

El xerez, con el agua al cuello de Gordi, tenía las ideas muy claras: vamos a atacar por donde el más malo, ¿y quien es ese? el de las pintas de almacenero. Vale, vamos, todos por ahí. Al ataque. Ya durante la semana había advertido Mendoza –que es un gran maestro en las subidas por la banda- la necesidad que tenían de ganar. Las pasamos canutas pero termina la primera parte cero a cero, a pesar de dos postes estatuados por nuestro guarda-mentas. El Cádiz siempre juega una parte bien y la otra mal. Y la primera había sido la buena. ¡Dios!

La segunda parte sale el Cádiz con la relajación propia del equipo que no se juega nada. Lo que pasa es que sí, que nos lo jugamos, que viene el lobo, que viene, espabilarse, la tierra llamando al Cádiz, Jiuston Jiuston, tenemos un problema, ¿hay alguien ahí? Toc, toc, toc, ¿se puede? Ssss, sss, que viene que viene. ¡Despertarse!

Eso, que la segunda parte sale el Cádiz como lo hacen los equipos típicos de Calderón, ¿Cuáles? el Cádiz b y el Raith Rovers, dormidos profundamente tras la charla táctica, y el xerez aprovecha para marcar. Y eso que la canción ya nos advertía pero ni por esas:

Aythami que mi thami que mi thami,
aythami quel Aythami es está detrás,
aythami aythami aythami
que chuta, que tira, que gol, que ya está.
Una y una dos, dos y una tres
Quillo, Calderón
dimite picha de una vez.

Como a la fuerza ahorcan, no hay más remedio que darle la razón a Barla y sacar al internacional polaco Kobazoski y al ¡hombre, un gol! Bangoura para estar en disposición de luchar por el ascenso. Y seguimos igual.

Entonces se produce un error garrafal de Calderón y saca a Dani y éste recibe una asistencia coquil de Bangoura marcando un gran gol. Dani, el hombre que susurra a los caballos también los manda callar y por esa nimiedad ve la tarjeta amarilla.

Empate más que inmerecido, pero bueno que es. Calderón reparte instrucciones entre los suyos: -andad muy atentos que quedan 3 minutitos nada más. - Dice el mister que que está contento. -¿Lo qué? - Que entramos en el descuento. – Que no se qué de un ungüento. -Che, pibe, decí que vos esperate un momento. Total, que no se enteran.

En esas que a Contreras le viene la inspiración divina y se pone a leer el Cantar de los Cantares y Gordi marca con la testuz un importantísimo gol que hace que no abandonen los puestos de descenso.

Fin del partido.

Visto el planteamiento del equipo está claro que Calderón se ha llevado toda la semana preparando a conciencia el derbi. El derbi variant que tenía cuando aún peinaba el flequillo y que llevaba parado desde la primavera de Praga. El lunes le puso los frenos, el martes le limpió el carburador, el miércoles estudió la estrategia de los semáforos de la Avenida, el jueves le compró dos ruedas y el viernes le puso el faro. La pena es que se le olvidó echarle gasolina, pero eso se lo tendría que haber dicho el segundo entrenador, que es el paquete.

En fin, que otro día será y que pase lo que pase siempre nos quedará el 18 de junio de 2005. Desde aquel día me vuelve loco el Cine Mudo: alucino con Harold Lloyd y adoro a Chaplín.

Abrazos cadistas.

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