El Cádiz salió bien plantado en el campo y llegando con peligro en los primeros compases del encuentro. Una llegada de Enrique y un cabezazo de Fleurquin que salió fuera por poco pudieron abrir el marcador amarillo. Pero, como casi siempre está pasando en esta temporada, cuando menos nos lo merecíamos llegó el gol en contra. Una falta que Celades improvisó sacando en corto y cediendo a Savio en la frontal. El brasileño, que tuvo que hacer las veces de Cani en la banda izquierda, conectó un seco zurdazo que Limia no pudo ver salir de su bota a través de la maraña de jugadores que esperaban la falta en el área.

Si bien no merecimos encajar el primero, tal vez si mereció el Zaragoza el segundo. Milito, que exceptuando esta ocasión pasó desapercibido durante el resto del encuentro, no encontró puerta en un remate que inexplicablemente erró cuando tenía toda la portería para él.

En los minutos finales de la primera mitad apareció Lucas Lobos. Dejó las tareas de contención en la banda para otro momento y se fue arriba, cerca del área. Y allí, en el área, es donde se hacen grandes cosas. Cogió un balón en la frontal ante Álvaro. Le tiró un sombrerazo ante sus narices, cuando el balón tocó de nuevo el césped lo dejó sentado con un quiebro eléctrico y remató la jugada haciendo que Milito (de esos centrales que cuando menos te lo esperas van al bulto) le hiciera penalti. Él mismo cogió el cuero y transformó la pena máxima que supuso el empate en un encuentro en el que él iba a ser protagonista. Gol y a correr por el balón. Lucas Lobos dejó claro en este gesto cuál era su actitud y la del equipo para lo que quedaba de partido.

El Zaragoza a partir de ahí vio como su público comenzó a silbar al equipo y el Cádiz se encontraba cada vez más cómodo en el campo. En el arranque del partido apareció de nuevo Lucas. Esta vez desde la banda izquierda. Una bonita jugada personal con un magistral pase a Pavoni, que haciendo gala de la conexión argentina con Lobos, y tras un genial control, consigue perforar la portería de César. Una perfecta conexión argentina que, esperemos, de muchos más goles a nuestro equipo.

Quedaba un mundo para acabar el partido. Se sufrió lo indecible para conseguir la victoria y ocasiones que otras jornadas eran goles en contra esta vez no lo fueron. Los jugadores se dejaron el alma en el campo. Fleurquin y Suárez se multiplicaron en la medular para contrarrestar los últimos embates maños y la defensa, con la entrada de Berizzo se conjuró para que los tres puntos viajaran a la Tacita. El Cádiz demostró que, como lleva haciendo toda la temporada, no va a bajar los brazos jamás. Yo, con eso me conformo.

El domingo viene el Depor y tenemos que ser desde la grada el aliento que falte a nuestros jugadores en cualquier momento del partido.

SÍ SÍ SÍ, LO VAMOS A CONSEGUIR.

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