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Que manera de sufrir
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24.05.2010 |
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Cierto es que, de cuando en cuando, se nos olvida quien somos y a donde vamos. Ser abonado del Cádiz conlleva el plus de ser abonado al sufrimiento extremo. Siempre decimos aquello de que “somos del Cádiz y llevamos el sufrimiento a flor de piel”, pero casualmente desde cuatro días antes del partido solo se escuchan apuestas, en las distintas porras de los medios de comunicación, donde difícilmente se escuchan resultados contrarios al equipo cadista. El caso es que a sabiendas de que somos el Cádiz y vamos a sufrir, en su fuero interno todos piensan que somos el Cádiz y vamos a ganar con la gorra, y eso a día de hoy no lo consigue ni la Real Sociedad.
El partido ante el Murcia de Jose González se vaticinaba como el partido del miedo. Concretamente del miedo a perder. Y eso es lo que nos plasmaron ambos contendientes en la tarde de hoy. Un partido donde el orden solo imperaba en las defensas de los dos equipos. De hecho, la percepción que me daba, cuando apenas faltaban cinco minutos para la finalización, es que nadie quería ganar. En ningún momento vi que alguno de los dos entrenadores dijeran: “vamos a por el partido”. Es más, me dio la sensación de estar viendo uno de esos clásicos partidos Alemania - Austria donde imperaba el pacto de “no agresión”. Cuando en realidad, creo que el empate era muy malo para los dos contendientes, a tenor de los resultados cosechados en los otros partidos donde había rivales implicados.
La afición había hecho sus deberes asistiendo a Carranza hasta “petarlo” y animando sin parar para empujar al equipo. Un aplauso a Brigadas Amarillas porque no dejaron de animar durante todo el partido, y eso fue contagiando a buena parte de aficionados. Y ese empuje hasta la extenuación se vio premiado, cuando el partido espiraba, con un soberbio testarazo de Andrés Fleurquin tras el saque de un corner de los que no eran jugada de estrategia. Creo que el gol lo marcó la afición porque tres minutos antes de que el uruguayo anotara, comentaba con mis compañeros de grada que Fleurquin ya daba señales de agotamiento y es que se había dejado todo sobre el campo, y es que la zona del centro del campo es la que más se había desgastado a lo largo del partido.
Pero llegó el gol, y con él la explosión de júbilo contenido que se había ido acumulando durante todo el transcurso del partido. Yo no sé si se podrá considerar justo o no. el resultado final (ambos equipos disfrutaros de escasas ocasiones de gol), pero lo que si sé, es que la propuesta que hoy trajo Jose González a su antigua casa es digna del mayor de los castigos. Las pérdidas de tiempo incomprensibles en un equipo al que se le va la vida poco a poco me parecen dignas del mayor de los castigos futbolísticos: “que te ganen en el último minuto”.
Sigamos sufriendo, aunque en una de estas en vez de de “morir de hepatitis” tendremos que recurrir al cardiólogo.
Yoni Weiss