Muy poca gente fue capaz de ver, por culpa de esa cogorza futbolera, que el ascenso se había conseguido con 4 jugadores más (Fleurquin, Fredi, Bezares y Mirosavljevic) de los que el año pasado no pasaron de un séptimo puesto con Jose González. De esos cuatro sólo Fleurquin y Bezares fueron realmente aprovechables. En definitiva: un ascenso conseguido con 14 o 15 jugadores válidos, durante 42 largas jornadas, siendo el equipo máximo goleador, el menos goleado y terminando como campeones de la categoría. Una verdadera machada en toda regla y no un paseo militar como algunos creyeron.
Pero no terminó ahí el festín. Los más listos de la clase aprovecharon esa dependencia por el amarillo y estuvieron raudos y veloces a la hora de abrir la campaña de abonados unas semanas después. Antes de que comenzara el mercado de fichajes. Y ahí estaban todos esos adictos al submarino amarillo, sedientos de fútbol y abarrotando las colas por hacerse con el codiciado ámbar del carné de abonado, del carné cadista o de que lo fuera con tal que fuera del Cádiz. Una locura. Bendita locura.
Luego vino el calendario. Que bonito todo. Los galácticos, los cracks brasileños, el PPV, por fin Acuña podría jugar, las gradas nuevas, los fabulosos asientos, las vallas electrónicas que se sumaban cada domingo para convertir carranza en un templo del éxtasis del balompié. Menuda borrachera de balón.
Y llegan las últimas jornadas. Algo no funciona. Las gargantas resecas y el amargor denotan que la borrachera ha pasado. Las cosas bonitas ya no parecen serlo tanto. El once de Chapín parece malo y los fichajes no todo lo bueno que pensábamos. Miramos la medular del campo y vemos que no se ha gastado un solo euro en reforzar esa parcela. Las gradas son bonitas sí, pero el césped se ha tenido que recortar por culpa de ellas. Los asientos pasan de ser una bendición a ser un suplicio para aquellos que quieren convertir Carranza en una olla a presión.
¿Qué ha podido pasar durante esta borrachera? Pensemos. Que, equivocados o no, pensando podremos llegar a más conclusiones que enfadándonos, abucheando, pitando o insultando. Además, reflexionar es de las pocas cosas gratis de esta vida.
Soy de los que opina que éste hubiera sido un gran año para haber hecho una inversión más valiente a la hora de confeccionar la plantilla. A nadie creo que se le escapa que 19.000 abonados y la repercusión mediática del Cádiz CF durante la temporada pasada no se tienen todos los años. Dicho esto y, siendo sabedor de que no soy dueño del club y que los que ponen el capital deben y pueden hacer con él lo que les venga en gana, tenemos que tener claro que, al menos, hay proyecto a largo plazo.
Cuando terminó el partido de Chapín, todos oímos de boca de Espárrago esa frase de “hemos adelantado los acontecimientos en dos años”. Una frase que encerraba mucho y que muy pocos, por lo que se ve, comprendieron su verdadero significado. Llegado el verano, los fichajes no fueron ni mucho menos acordes con lo que el cadismo estaba viviendo. Que se cometieron fallos (Marc Bertran) y que no se subió de una manera mínimamente importante el nivel de lo que ya había, lo sabemos (al menos lo sabíamos los que no nos emborrachamos en Chapín y supimos valorar en su justa medida el esfuerzo que se estaba haciendo cuando se reforzó el equipo).
El equipo, al principio del campeonato, liberado por la ilusión de jugar en una gran liga como esta y con el mensaje que estaba en el aire de que todo esto que estaba viviendo el cadismo era un premio merecido, cuajó buenos partidos plantando cara a grandes equipos y llegando a hacer su juego durante fases de muchos encuentros. Eso sí, faltaba lo que algunos vimos que faltaba en verano: más calidad. Otra cosa es cuando se acerca el tramo final, se sigue en la zona peligrosa como no podía ser de otra manera (aunque algunos se empeñen en lo contrario) y ya la ilusión y el divertimento se convierten en presión y nerviosismo porque hay que conseguir puntos a toda costa. ¿Por qué hemos cambiado el discurso de meses atrás? ¿No sabíamos lo que nos íbamos a encontrar? ¿O es que la borrachera de Chapin había causado estragos y de buenas a primeras algunos vieron de pronto al Cádiz que realmente existió durante toda la temporada? No sé si alguien ha fallado en lanzar un mensaje equivocado o que el verdadero no ha sabido ser explicado con demasiada claridad.
Lo único cierto es que en las últimas semanas hemos entrado en una vorágine de histeria, enfado e intranquilidad que, para mí, de ningún modo está justificada. Tenemos el equipo que tenemos. Los jugadores y cuerpo técnico son conscientes de sus limitaciones y, a pesar de ello, están haciendo lo imposible para mantener la categoría. Evidentemente se han cometido muchos fallos. ¿Quién no los comete?. Lo importante ahora es seguir luchando e intentar el milagro (como un servidor catalogó la permanencia allá por el mes de Septiembre mientras los demás estaban bajo el sopor de Chapín).
Por lo tanto, si no se consigue la permanencia ni desaparecemos, ni bajaremos al infierno ni al abismo ni nada parecido. El Cádiz continuará y sus aficionados (los que quieran) allí estaremos para verlo en Carranza y allá donde juegue. Depues de tanto sufrimiento ¿nos vamos a rendir?
Eso sí, para el próximo festín amarillo, consuman “cadismo” de manera moderada. Verán como todo se ve con más realismo.