Yoni Weiss / PortalCadista.com

El cambio de inquilino en el banquillo cadista no ha podido tener mejor resultado. Dos victorias de dos partidos jugados son un bagaje de 6 puntos en la buchaca y eso no es moco de pavo en esta liga en la que sumar de tres en tres significa avanzar con botas de siete leguas. A los seis puntos hay que añadirle un aspecto importante como la “actitud” de los que se visten de amarillo.

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Hay quien dice, yo entre ellos, que esta actitud se podría haber demostrado con Antonio Calderón y que la desidia de los jugadores y las pocas ganas que le ponían a los partidos eran provocadas y encaminadas a la poca intención de que este entrenador triunfara. No hay más que ver que tras el partido contra Las Palmas el joven entrenador gaditano se quejara amargamente de que sus jugadores habían puesto en práctica todo lo contrario a lo que se había preparado durante la semana. Pero también sería injusto no achacarle a Antonio algunas decisiones que nadie llegó nunca a comprender, como alinear a tres medioscentros defensivos o como jugadores pasaban directamente de la grada al césped o viceversa. Sinceramente creo que a Calderón se le volvió todo en contra y para más INRI los actores principales no creían en la obra.

Llegó Raúl Procopio y pese a que durante la semana todo hacía indicar que no sería el director de orquesta el siguiente domingo, él se puso a trabajar aspectos psicológicos que provocaban un cortocircuito en el juego e intención del equipo.

No se le podía enjuiciar en su debut ante el Albacete porque el equipo se quedó con un jugador menos mediada la primera parte y seguramente todo lo ensayado se le caía como un castillo de naipes. Aún así, su trabajo psicológico surtió efecto y se notó y mucho en la actitud y las ganas que los jugadores pusieron sobre el césped de Carranza. Estos mismos jugadores, que semana antes dieran una penosa imagen en Chapín, se batieron el cobre hasta la extenuación y supieron doblegar a un rival que con un jugador más y en una situación agónica sucumbieron ante las ganas de los amarillos.

Pero hoy hemos podido seguir a través de las ondas radiofónicas el segundo episodio de la “era Procopio”. El examen era de los que a priori meten miedo ya que se visitaba el feudo del líder destacado de la Segunda División. La imagen del equipo, a través de lo que nos han transmitido las diferentes emisoras de radio, ha sido una continuación de lo vivido el pasado domingo en Carranza. Es decir, actitud y compromiso, que es lo mínimo que el aficionado cadista debe exigirle a los jugadores que se enfundan la elástica. Pero yo me quiero quedar en esta jornada con un dato significativo y que dice mucho de Raúl Procopio, y es que el Cádiz ha sido capaz de aguantar los diez minutos desde la consecución del gol de Dani hasta el pitido final jugando la mayor parte de ese periodo en terreno del Numancia. Por esta vez no se ha dado el tan consabido paso atrás que tantos miedos provoca en la afición y que ha provocado en varias ocasiones la pérdida de puntos. Esto es para destacarlo y ese ha sido el motivo de esta columna.

No quiero entrar ahora en el debate que ya se está generando entre los aficionados sobre si seguir con Raúl Procopio o traer para la próxima temporada a otro entrenador con más experiencia en manejar objetivos de ascensos. Raúl solo lleva dos partidos y aunque la imagen del Cádiz va “in-crescendo” aún le quedan varias semanas para demostrar lo que puede ofrecer. Yo creo que la elección debe de ir directamente proporcional a los objetivos y a los refuerzos. Es decir, si se van a traer refuerzos de Segunda B o Segunda División, mal haríamos con exigirles a ese equipo más de lo que hemos sido capaces de exigir este año. No debemos hacer castillos de naipes que después cualquier rachita de viento los puede derrumbar y aquí sabemos que los vientos combaten fuertes.
Tenemos que acordarnos como se consiguió el último ascenso. Con la humildad que da la perspectiva del trabajo semana a semana y huyendo de las cuentas de la lechera. Por cierto, recordarle a cierto periodista que ese ascenso lo consiguió un tal Víctor Espárrago y con una plantilla llena de gente humilde con procedencia de categorías inferiores.

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