La Crónica Daltónica: Cádiz 2 - Conquense 3

La Crónica Daltónica (desde otro color): Cádiz 2 – Conquense 3

 


“Bienaventurados los que caen en el cuarto partido, porque tendrán todo el tiempo del mundo para levantarse”.

Este texto sacado del evangelio apócrifo de los Cátarros (aquella secta cristiana de los bonhomes que se caracterizaba porque vestían con apenas una leve túnica de gasa, ya fuera invierno o verano y, por tanto, siempre estaban resfriados y con el pechito cogido) debe ser sin duda colgado en la entrada del vestuario para que los muchachos se vengan arriba. Una mala tarde la tiene cualquiera. Aprendamos de nuestros errores. Ora pro nobis.

Lo que sí es verdad es que este partido se había ganado desde el sábado pasado y todo el mundo estaba más pendiente del del miércoles próximo en bahía sur. Sobrados que vamos.

El partido tuvo dos partes bien diferenciadas, a saber: la primera y la segunda. En la primera el Cádiz demostró que sabe jugar de categoría y en la segunda el Cádiz demostró que no sabe en la categoría en la que juega.

En todas las quinielas daban a David García como sustituto para este partido de Raúl López pero Gracia, con buen criterio, dio entrada a Ezequiel, el profeta de Yahveh y yahvéh como le fue. No es que la criatura tenga culpa de los goles porque en la primera parte lo hizo muy bien, pero vamos, del tercero un poquito sí. Más que nada porque hizo la misma jugada siete veces y las siete se la quitaron. No la hagas más, hijo mío.

A los doce minutos ya iba ganando el Cádiz con gol de Juanma en jugada de papa y a los quince ya tenía tarjeta amarilla Fleurquin. Esta tarjeta iba a condicionar el resultado del partido. No obstante lo cual, el equipo hacía un juego de toque rápido y triangulaba con precisión suiza. Incluso pudo marcar el segundo en un contraataque buenísimo llevado entre enrique y juanma pero Borja Rubiato estuvo Borge Rubiote y la pifió.

En el minuto 45 un centro de Enrique lo aprovecha Rubiato para marcar el segundo. Lo que se denomina un gol psicológico. Como si no lo fueran todos. A la caseta.

Había que dejar a Fleurquin en el vestuario porque el árbitro ya lo debería haber mandado antes para allí. Y cuando más te quería, me dijiste que sí. Eso fue exactamente lo que pasó.

Lo suyo hubiera sido meter a David García en el centro de la defensa, a ver si éste se entiende con De La cuesta, adelantar a Fragoso al centro del campo y que formara tandem con Ormazábal y ya está pero Gracia hizo la Gracia de dar entrada a Bezares, que fue el auténtico revulsivo que necesitaba el conquense para despertar del letargo. Letargo letargo, maldito lo que valgo.

El conquense sale a por todas y pone en práctica su letal arma de destrucción masiva: un pinganillo que cuelgan disimuladamente en las orejas de los contrincantes sin que éstos se den cuenta y por el que empiezan a sonar los grandes éxitos de José Luís Perales, el máximo exponente de la tierra de las casas colgantes. Tan melodiosas y empalagosas canciones son capaces de mandar a los brazos de Morfeo a cualquiera.

A los cuatro minutos una sesión atrás del bravo centrocampista gaditano provoca una serie de catastróficas desdichas con acrobática caída de Fragoso, penalti estupidín de Cristian-no Ronaldo y estirada a lo Contreras de Casi-casillas adivinando perfectamente el lado contrario por el que va el lanzamiento de la pena máxima. Da pena máxima ver algunos jugadores del Cádiz. Dos a uno. Ya estamos.

Los castellanos se hacen con el control del partido aprovechando el descontrol del centro del campo cadista y del agujero negro de la defensa. Con una crueldad sin parangón atacan con “quisiera decir tu nombre”, “tú como yo” y “un velero llamado libertad” obteniendo el gol del empate en la ejecución de una falta a defensa parada.

Justo en ese preciso instante, Ezequiel tiene una revelación divina, se queda parado y comienza a escribir: “El año treinta, el cinco del cuarto mes,... se abrió el cielo y contemplé visiones divinas (Ezequiel 1,1)... Yo miré; vi un viento huracanado que venía del norte, una gran nube con fuego fulgurante y resplandores en torno, y en el medio como el fulgor del electro, en medio del fuego. Había en el centro como una forma de cuatro seres cuyo aspecto era el siguiente: tenían forma humana. Tenían cada uno cuatro caras, y cuatro alas cada uno (Ezequiel 1, 4-6)…

Está claro que en tales circunstancias no se puede regatear y pierde por enésima vez la pelota, pillando al equipo en una contra y el tercero para el conquense. Casi-casillas pudo hacer algo más. Hombre, como poder, podía hasta pararla pero fue gol.

A estas alturas del partido el Cádiz era más maluto que el team rocket´s de los Pokemon.

Como éramos pocos parió la abuela y Caballero no advierte las ganas de protagonismo que tenía en árbitro y se auto-expulsa. Igual darle no le da pero la entrada que hace es más fea que echarle limón en los ojos a alguien.

Con los sones de “Te quiero” y “Balada para una despedida” el Cádiz se da por vencido y acaba el partido. Es comprensible. Yo tampoco lo hubiera soportado.

En fin algunos dicen que este resultado es bueno y que es una cura de humildad. Pero yo prefiero una cura de Socorro, la A.T.S. de la clínica San Rafael de esas que van en faldita y con 23 años de experiencia… perdón, con 23 años, de experiencia poca pero es igual.

Total, que de un plumazo pasamos de ser los mejores no solo del grupo IV sino de toda la segunda be a estar fuera de los puestos de liguilla. Humildad, hermanos, tengamos humildad. Y paciencia, mucha paciencia.

Que la experiencia nos sirva para saber que con el escudo no se gana y que en esta categoría hay que correr más que el rival. Luego la técnica hace el resto. Estamos a tiempo. Bienaventurados.

Abrazos cadistas.

 

José Manuel Ramos «Pichili»

 

 

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