Raro, raro, raro...
Las sensaciones vividas ayer tarde en el Ramón de Carranza no se pueden calificar con otro adjetivo que no sea el de raro.
Y es que, por lo visto ayer, no se puede culpar a los jugadores cadistas de desidia ni de no intentarlo en todo momento. Es más, en algunas ocasiones los fallos venían provocados por la ansiedad que mostraba el equipo por darle la vuelta a un resultado que el Granada conseguía con un Ocaña en el papel de director de orquesta y unos estiletes como Lafuente y Vicente que se convirtieron en la peor de las pesadillas de la zaga cadista.
Fueron tan raras las sensaciones que el público que se citaba en Carranza no dudaba en ovacionar a Lafuente cuando era sustituido. Unos porque suspiraban por su ausencia en el campo y otros como reconocimiento al buen partido del extremo granadista.
También los jugadores cadistas recibieron palmas en vez de pitos cuando a la finalización del partido saludaban a la grada, como reconocimiento a su entrega. Y el propio Javier Gracia se mostraba agradecido a sus jugadores por el esfuerzo realizado cuando comparecía en rueda de prensa. En esta ocasión, encajar un gol del rival no sirvió de revulsivo para poder darle la vuelta al partido, pero al menos nos queda la satisfacción de que se intentó por activa y por pasiva.
No hay que tomar el partido de ayer sino como un accidente o un tropiezo. Y tenemos dos partidos que afrontar de forma inmediata que nos pueden servir para restañar la herida producida ayer. Así que desear que lo sucedido ayer no deje secuelas psicológicas en la plantilla.
Solo una petición para quien corresponda. Hay que procurar arreglar la avería que tenemos en defensa cuanto antes y es que ya son demasiados goles los que está encajando este equipo y la mayoría por fallos propios.
Yoni Weiss