El juego del Cádiz, más allá de las variantes que pueda deparar cada partido, tiene unas premisas claras: el esfuerzo y la entrega no son negociables. Es el mantra que puso sobre la mesa Álvaro Cervera a su llegada y el que el equipo se está encargando de cumplir. Unos pilares que sostienen a toda la plantilla como grupo y que deja muy poco lugar a las individualidades.

El Cádiz no juega para un solo futbolista. De su juego salen beneficiados todos, desde el guardameta hasta el hombre más adelantado. En esa última posición está Alfredo Ortuño. El técnico cadista ha explicado en más de una ocasión que el de Yecla está corriendo de amarillo más que en toda su carrera. No le falta razón, pero él ha tomado ese camino con la convicción de que todo ello le está convirtiendo en mejor delantero.

El conjuno amarillo no se mira en el espejo de esos equipos que tienen un nueve referencia al que en cada partido le llegan quince o veinte balones al área para que con suerte remate uno o dos con claridad. Este Cádiz corre y es solidario más allá del resultado, a la espera de que aparezcan sus hombres de arriba. Y en esos momentos aparece Ortuño, con el balón cerca del área, aprovechando su oportunidad en el lugar y en el instante en el que se siente más cómodo. Ante el portero, ante la portería y ahí no suele fallar.

En el fútbol actual, el futbolista que triunfa es el que cada día es más completo. Ortuño en el Cádiz, y de la mano de Álvaro Cervera, lo está logrando. No escatima carreras y no esquiva el choque. Lo hace sin queja ni aspavientos hasta que se abre la página del capítulo del partido en el que él es protagonista. Gana él, gana el Cádiz y ganamos todos.